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Canta Irlanda

Título: Canta Irlanda

Autor: Javier Reverte

Reseña hecha por@carlosvalades Carlos Valades

If I could throw this lifeless life-line to the wind.
Leave this heart of clay, see you walk, walk away
Into the night, and through the rain
Into the half light and through the flame.”

Bad. U2

Lo mío con Irlanda empezó como un amor a distancia, una cita a ciegas de la que solo tenía una pequeña imagen de una webcam situada en la calle principal de Galway. Cada día, en Madrid, encendía el ordenador y veía colores brillantes y luz en una atmósfera cargada de fina lluvia y humedad. Porque Irlanda es el país que acoge a todos los amnistiados, los que buscan perderse, a los que la vida se les ha desenfocado y necesitan salir de plano. Y bueno si, luego está el inglés, que es la excusa perfecta para salir pitando a por una Guiness y pegar la hebra con un irlandés al que, sobre todo, no entiendes ni palabra, pero que tras un par de pintas te pasa el brazo por el hombro y te cuenta su último desengaño amoroso. canta-irlanda-de-javier-reverte

Y eso es Irlanda, un país que tiene una lira en su bandera, tierra de poetas malditos, escritores de servilletas, ahogapenas y héroes que lucharon contra la pérfida Albión. Porque todo irlandés expatriado lleva en su interior a un Ulises, un John Wayne que mientras celebra San Patricio, sueña con regresar a su Inisfree, imagen idílica de una tierra verde y fértil, y besar a su pelirroja Maureen O´Hara como ya reflejó John Ford en la que, tal vez sea una de las mejores películas de la historia del cine: The Quiet man.

Un mochilón con el diccionario Collins tamaño King size, un par de mudas y un chubasquero inservible fueron mis compañeros materiales de viaje. Los inmateriales pesaban mucho más. Me enfocaba de día, pero me volvía a desenfocar de noche en un bucle etílico que al parecer me funcionaba, ya que cada vez entendía más a los irlandeses, incluso a los estibadores del puerto de Galway a unas horas desaconsejables, en los más variopintos lugares. Pero eso es otra historia.

Reverte, como amante de las letras, persigue a los escritores, y entre lo más celebrado de Dublín está el Bloomsday , un paseo por los rincones que Leopold Bloom recorre en la novela “Ulises” de James Joyce, y que se celebra cada 16 de junio desde 1954.

El recorrido del libro continúa por la tensionada Irlanda del norte, donde Belfast es la punta de un iceberg en el que la violencia soterrada y la calma tensa solo espera un pequeño detonante para estallar. Yo, desoyendo las recomendaciones que aconsejan no volver a los lugares donde se fue feliz, regresé a Irlanda dos años después, ya que me había dejado varias piezas del puzzle, entre ellas Belfast. Recuerdo pasear por la tristemente conocida Shankill Road, terreno unionista, lleno de referencias a la madre patria, Gran Bretaña, mientras un helicóptero sobrevolaba constantemente la zona. Un grupo de skinheads me increpó, y la tomaron con mi pelo, que no debía estar dentro de sus cánones de ortodoxia nazi y tuve que aligerar el paso. Tomé una foto del helicóptero y de un grafiti donde se podía leer “Happiness.” A mi regreso, cuando recogí las copias del laboratorio, a esa foto le faltaba la “H”, y quise ver que la felicidad en ese lugar es impostada, está coja y desequilibrada, como un funambulista con muleta.

Mientras tanto me conformo con una de las mejores cosas que ha parido esa ciudad, el inmenso Van Morrison. ¿Navegamos?.

Vale, todo el mundo tiene un “fin del mundo” al que mandar a alguien o en el que desaparecer. Pero cuando te planteas vivir en las islas Aran, la cosa ya va en serio. Un terruño azotado por vientos huracanados, borrascas que van entrando una tras otra como las colas del paro en las oficinas del Inem, hombres de nombre Paddy que no han utilizado un abrebotellas en su vida y nula conexión con la civilización entendida como todo occidental la entiende. Encanto tiene, recio, pero lo tiene.

El bueno de Javier, repasa la vida y milagros de inmensos escritores de la talla de Oscar Wilde, William Yeats, o Samuel Beckett, que curiosamente murieron fuera de Irlanda.

Antes de “El señor de los anillos” ya estaba el Anillo de Claddagh, que no tiene la función de gobernarlos a todos, pero que se convierte en un magnífico indicador de la situación sentimental de la persona que lo porta. Consiste en un corazón coronado, que está sujeto por dos manos. Si se lleva en la mano derecha con el corazón hacia fuera, significa que estás libre, nadie ha conquistado tu corazón. Si el corazón apunta hacia ti, ya estás en capilla. Y aquí entra en juego la capacidad de metabolizar la cerveza negra y observar las manos de las señoritas antes de desenfocar la visión a niveles absurdos. El ojo de halcón.

En definitiva, un libro que te gustará si te gusta la Guiness, el trébol Shamrock, el color verde, o mirar los anillos a las chicas.

En cuanto a mi, después de trabajar como cocinero en un restaurante italiano, compartir piso con una ninfómana francesa, enfocarme y desenfocarme diariamente, y aprender una sola palabra en gaélico (Sláinte), decidí regresar a tomar un poco de color en estas latitudes.

 

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6 comentarios

  1. Muy buena, Carlos, tengo ganas de leer este nuevo título de Javier Reverte 🙂

    Un abrazo
    Alicia

  2. Me he echado unas buenas risas leyendo el post y también me he sentido identificado con mi estancia en Irlanda ( Tralee, Co. Kerry). Gran reseña Carlos 🙂 .

  3. Me ha encantado tu post. Irlanda es uno de esos países que sospecho querrán hacer que me quede… Muchas gracias por narrarnos tu experiencia y además darnos curiosidades como lo del anillo 😀

  4. Javier Félix

    Me he quedado pensando un poco sobre la razón por la que me atare tanto Irlanda, no sé, creo que al fin de cuentas soy alguien que busca perderse.

    Saludos, pasen a leer lo que escribo para la Agencia de viajes para la que trabajo.

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