Título: Saltar el muro
Autor: Maximilien Le Roy
Reseña hecha por : Carlos Valadés @carlosvalades
El pasado mes de abril tuve la oportunidad de viajar por Israel y Palestina. Tanta información y desinformación, ensayos, documentales, y tertulias sobre el conflicto palestino-israelí, tanto extremismo en las posiciones, hace que cualquiera con un mínimo de inquietud y sin demasiada aversión al riesgo, quiera comprobar por si mismo, sin interferencias ni tanto ruido, de que va todo aquello.
¿Cómo iba a imaginar que el pelotazo de las navidades, la canción que me reportaba a mi y a mis adocenados compañeros unos beneficios económicos que luego invertiríamos en chuches tras recorrer todos los portales de la zona berreándola, se convertiría en destino de uno de mis viajes? Y es que uno llega a Belén, esperando ver campana sobre campana, y sobre campana una. Y el panorama idílico, de ensueño, al que nos acostumbraron de peques, con los riachuelos de papel plata, los pastores retozando por la hierba, o las más atrevidas figuras en forma de pastor catalán plantando un pino acuclillado, se desvanecen nada más bajar del autobús.
Llegar a Belén es tedioso, pese a lo cerca que está de Jerusalén. Hay que pasar un checkpoint israelí, lo que implica bajar y subir del autobús, y el correspondiente registro a los más sospechosos. En la parada final, dos o tres taxistas esperan recoger los pocos turistas que deciden acercarse a la zona. Y a pesar de que estamos en plena semana santa, época de peregrinación a los santos lugares del cristianismo, casi no hay ni un alma. Pero lo que se divisa desde prácticamente toda la ciudad es el muro.
Comenzó a construirse en el año 2002, y más del 85 % del mismo discurre por terreno de Cisjordania. Eso lo han aprovechado los militares y los ingenieros de obras públicas para sumar casi un 10 % más de terreno palestino a propiedad israelí, en su particular política de suma y sigue, de arañar centímetro a centímetro unos territorios que Israel considera suyos por orden divina (Judea y Samaria). Los motivos que aducen las autoridades israelíes son de seguridad con el objetivo de impedir ataques terroristas. Sin embargo, tres asentamientos de judíos colonos, con más de 50.000 personas viviendo allí, ponen de manifiesto las verdaderas intenciones del muro. Medirá al final de su construcción 709 kilómetros de longitud en su totalidad y tiene una altura de nueve metros.
Belén ha quedado dividida en dos literalmente. El muro recorre la ciudad como una inmensa serpiente de hormigón. Muchos agricultores se han quedado sin sus terrenos o tienen que hacerse con permisos especiales para poder entrar en lo que antes eran sus tierras para seguir cultivándolas. Y las esperas para pasar al otro lado son kilométricas. La gente se levanta de madrugada y espera dos o tres horas haciendo cola hasta que abren el lado israelí. Lo más irónico de todo es que ese muro ha sido construido en su mayor parte por manos palestinas, que con un desempleo que hiere de muerte a su paupérrima economía, no le queda más remedio que aceptar trabajos que suponen una vergüenza para ellos.
El muro, como un inmenso lienzo, es objeto de pintadas y murales reivindicativos por parte de muchos artistas occidentales que de esa forma suman sus voces a las protestas de casi todo el mundo. Banksy, el grafitero más universal, también dejó su huella allí.
Maximilien Le Roy, visitó Palestina en el año 2008, concretamente el campo de refugiados de Aida, junto al muro, con el objetivo de impartir unas clases de dibujo a los refugiados palestinos. Y allí conoció a Mahmoud Abu Srour. Y se forjó una amistad que se ha visto cristalizada en la recreación de la vida del joven palestino en forma de novela gráfica. Una joven biografía, mucho mas intensa que las de los adolescentes europeos, que es un grito mudo de indignación, viñetas que son una auténtica obra de arte, y que pese a las duras condiciones de vida que soporta el joven Mahmoud suponen un canto a la esperanza, y un deseo de cambiar la realidad diaria por una indispensable evasión en forma de dibujo.
La exquisita edición, se complementa con una serie de fotografías familiares de Mahmoud y su familia, en una muestra de comic verité, un reportaje fotográfico con muestras de los murales existentes, además de una entrevista salpicada de viñetas a Alain Gresh, director adjunto de Le Monde Diplomatique. Novela gráfica imprescindible para quienes quieran profundizar en el conflicto palestino-israelí a través de una auténtica joya del noveno arte.
Y yo
Lo suscribo al 100 %:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/adioses/embajador/Israel/elpepiopi/20110716elpepiopi_4/Tes
Muchas gracias a ti por comentar, Alex. Para mi supone una recompensa ver que las reseñas no caen en saco roto, y que alguien las lee :-). Como bien dices, la historia siempre se repite. Las políticas de integración son mínimas, por no decir inexistentes. La inmensa mayoría de palestinos solo tiene una imagen de los israelíes como militares o haredims, y al revés, hay muchos judíos que no conocen la realidad musulmana, ni las dificultades por las que atraviesan.
Te recomiendo «Las tribus de Israel», que también reseñé aquí, para que veas las contradicciones de la sociedad judía.
Gracias de nuevo, Alex.
Es peligroso y triste sembrar tanto odio. Espero que la historia no castigue a los israelitas con repetirse. Y es que resulta curioso y aterrador como, a pesar de todos los esfuerzos del pueblo judío por recordarle al mundo y a sí mismos las atrocidades que sufrieron en el siglo XX, ver como han olvidado lo que se sufre al estar encerrados tras un muro, como les ocurrió a ellos en el geto de Varsovia, por ejemplo.
Gracias por el artículo Carlos.
Tema muy complicado el de Palestina e Israel, y visto lo visto creo que sin solución
Gracias Alicia!. Pues reseña ese libro sobre Jenin… LA realidad allí es mucho más compleja de lo que sabemos por los medios. Siempre es bueno contrastar por ti mismo…
Desgraciadamente esa zona lleva en conflicto desde tiempos bíblicos, y como apuntas, es dificil que aquello pueda parar.
Muy buen post, Carlos, y me lo apunto!! Yo, de momento, siento tal aversión a lo que pasa allí, y en especial hacia Israel (sí, lo siento, pero es un gigante abusón que está haciendo demasiado daño, y lo que es peor, con las mismas artes con las que fueron atacados y masacrados en la Alemania nazi), que no me planteo viajar a este país. De hecho, no quiero dejarles ni uno de mis euros, al menos directamente. Y sí que leo y veo que tiene mucho interés y atractivos, y sé que resulta contradictorio con otros destinos a los que he viajado o a los que me planteo viajar -aunque no sean zonas en conflicto, sí hay situaciones injustas y gobiernos vomitivos-, pero en este caso, es algo visceral, no sé por qué, a veces empatizas con una causa sin saber exactamente por qué, sin tener ninguna relación personal en tu vida… Hace poco leí una novela, también centrada en la visión palestina: Amaneceres en Jenin, que aún no me decido a reseñar. Es una historia tremenda, triste, dramática, y me consta que refleja muchos «hechos reales», y los que vendrán, desgraciadamente.