Título:: Enterradme de pie
Autora: Isabel Fonseca
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
La Antropología está rodeada de un aura de romanticismo y exotismo, pero es mucho más que eso. La antropología tiene como objetivo, desde mi punto de vista al menos, conocer y comprender la diversidad humana actual, la que se está perdiendo, la que se está gestando… aquí, allí, los visibles y los invisibles.
No todo son, pues, tribus exóticas y ubicadas en países lejanos, y una muestra es este libro, a mi juicio interesantísimo, absorbente, muy bien escrito… de Isabel Fonseca, una antropóloga estadounidense que decide hacer un trabajo de campo al estilo más clásico, con una inmersión en toda regla en un mundo desconocido, pero… muy cercano: los gitanos de los países ex comunistas (Albania, Bulgaria, ex Yugoslavia, Rumanía…) en este caso. Entre 1991 y 1995 viaja con ellos, vive con ellos y en sus condiciones (debió de ser duro), y trata de conocer y entender sus problemas.
Los gitanos, según ella declara en una entrevista, son “los negros de Europa”, supongo que en clara comparación con EEUU, su país de origen. El caso es que con esta expresión pone el dedo en la llaga sobre un pueblo y un choque cultural inmediato, cercano, que tenemos al lado día a día y desde hace siglos, con una gran dosis de incomprensión mutua.
Otro gran ejemplo de un pueblo nómada declarado antaño “enemigo público número uno”, otro ejemplo de cómo el nomadismo y la independencia amenaza a los poderes, y a las sociedades sedentarias. Y este es un problema que se arrastra hasta hoy mismo, y seguramente continuará unos años más (gitanos errantes ya hay pocos, cada vez menos, pero hay otros pueblos nómadas que se ven obligados día a día a documentarse, integrarse en las escuelas del Sistema allí donde viven, y sedentarizarse, sin encontrar un modelo que se pueda adaptar a su forma de vida).
A los gitanos no se les perdona nada, y se les hace culpables de todo lo que ha podido pasar con sus antepasados. Las mentiras se siguen mezclando con las verdades. Antes era peor, por ejemplo en España si algo pasaba en un pueblo, inmediatamente se señalaba a los gitanos que habían circulado por allí unos días antes. Hoy no es tan políticamente correcto, aunque por supuesto no falta la sospecha en las mentes de los ciudadanos. Y siempre habrá testigos dispuestos a jurarlo porque lo han visto con sus propios ojos, y los demás siempre estarán dispuestos a creerles, aunque sea a medias. Incluso si se demuestra lo contrario. Da igual, porque el convencimiento de que “habrán hecho otra cosa, o la harán” está ahí… y sigue transmitiéndose popularmente generación tras generación.
Y ellos han aprendido a mantener las distancias, a no revelar nada de sí mismos ni de su cultura, porque cualquiera puede atacarles, amenazarles, inculparles, pisar sus preciadas tradiciones (¿su verdadera y única propiedad?), su forma de pensar, de sentir y de expresar los sentimientos… Al final, se les ha condenado y se han condenado a una involución de la que sólo muy poco a poco, y con mucho esfuerzo, intentan salir…
Puede que el caso de España no sea tan cruento como en los países del Este, donde además del estigma de ser gitano, han vivido y padecido en primera persona la persecución nazi, la dictadura comunista, y en el caso de la ex Yugoslavia, las guerras civiles, además de las persecuciones que han padecido o siguen padeciendo en pleno siglo XXI. Siempre han estado en el punto de mira, y los historiadores no les han concedido la relevancia que sí se otorga a otros pueblos, culturas o religiones.
La gran mayoría de los habitantes de estos países (empezando por sus gobiernos), han estado de acuerdo o han mirado para otro lado ante las razzias organizadas contra ellos, asesinatos, expulsiones colectivas. Esa es su historia, y es su presente.
No olvidaré un reportaje de El follonero de este mismo año, en Rumanía, donde mostró con su humor mordaz y limpio a la hora de preguntar y de interesarse por algo, cuál es la situación de los gitanos en este país. Pero la autora no se detiene en el relato de su historia, fundamental para conocerles por otra parte, sino que trata de desvelar cómo es su lengua y lo que transmite de todo ello, cómo es su poesía tradicional, sus canciones, y sobre todo su concepción de las cosas…
Reconozco que los gitanos siempre me han fascinado, y no es éste es el primer libro que leo sobre ellos y su historia pasada o actual. He tenido también el placer de hacer algún trabajo de campo con ellos, orientado precisamente a entenderles en uno de los aspectos que hoy por hoy forman parte de la lucha de los que quieren salir del mimetismo e intentar, una vez más, no ser marginados y prejuzgados por pertenecer a este pueblo y esta cultura: la educación.
He de decir que la experiencia fue maravillosa, y seguramente no conocí ni la mitad de lo que me hubiera gustado, por limitaciones “prácticas”. Este libro corrobora buena parte de lo que llegué a intuir: gente noble, con un sentido de la supervivencia muy integrado en cada movimiento fuera de su círculo… Gente alegre, inteligente y creativa. Que te acogen maravillosamente bien, cuando superas su recelo inicial. Gente llena de nostalgia… ¿hacia qué, de qué? Quizá del mito que ellos mismos han construido en torno suyo, quizá de aquel pasado lejanísimo que les obligó al nomadismo, expulsados de algún punto del subcontinente indio.
El primero de los personajes que nos presenta la autora es Papusza (“Muñeca”), poeta y cantante famosa, que vivió toda su vida en Polonia, hasta que murió en 1987, al parece sin que nadie se enterara.
Papusza perdió más de un centenar de miembros de su familia durante la guerra. Pero ni siquiera fue ésta la tragedia que la condicionaría. Papusza escribió en un momento crítico en la historia de su pueblo, en Polonia y (ella no lo sabía) en todos los demás sitios; se estaba acabando un tipo de vida (vivir en el lungo rom, vivir en el camino) y no parecía estar sustituyéndola nada identificable ni soportable.
Oh, Señor, ¿adónde debo ir?
¿Qué puedo hacer?
¿Dónde puedo hallar
leyendas y canciones?
No voy hacia el bosque,
Ya no encuentro ríos.
¡Oh bosque, padre mío,
mi negro padre!
El tiempo de los gitanos errantes
Pasó ya hace mucho. Pero yo les veo,
son alegres,
fuertes y claros como el agua.
La oyes
correr
cuando quiere hablar.
Pero la pobre no tiene palabras…
…el agua no mira atrás.
Huye, corre, lejos, allá
donde ya nadie la verá
agua que se va.
Os invito a leer este libro y tratar de entender a un pueblo que es fascinante.
Gracias, Carlos! eso de los 80, supongo que te refieres a las viviendas de lo que se llamó «El Ruedo», en Moratalaz (enfrente del barrio de la Estrella, sí)… yo vivo cerca :-). Creo que siempre ha habido todo tipo de desencuentros y choques culturales muy fuertes, pero que nunca se han querido ver como tales, y por tanto los ánimos para solucionarlos tampoco han sido demasiado fructíferos… y sí, por las dos partes en cualquier caso. Supongo que aun queda mucho camino por recorrer, y que nunca se recorrerá del todo, como en tantísimos otros casos y temas, pero al menos en España las cosas van mucho mejor que antes y se sigue avanzando. No así en los países en los que se centra este libro… no sólo por su lectura, también por otras fuentes (y a veces por los «breves» de los periódicos), resulta que sigue habiendo persecuciones, incluso pueblos incendiados para expulsarles, y en cualquier caso siguen viviendo en condiciones muy muy penosas, como relata esta antropóloga. Y no logra tener eco en los medios de comunicación… digamos que es uno de los conflictos que más queda en segundo o tercer plano. Supongo que los periodistas también son humanos, tienen sus prejuicios, etc., etc. ¿no? 😉
El caso es que sí… generalmente siempre nos quedamos (o hay que ser muy cuidadoso para no hacerlo) en los casos espectaculares, que son los que corroboran los tópicos. ¿hay mafias del tipo de las que comentas? pues sí. ¿algunos gitanos arrancaron las cañerías de su casa para venderlas, y metieron al burro en el piso? pues sí. El que muchos otros (la mayoría) tengan un trabajo honrado, aunque sea en un puesto ambulante con sus permisos debidamente pagados, no es noticia… y no corresponde al cliché, o lo hace parcialmente. Es un tema que nos debería hacer revisarnos los bajos en muchas cuestiones 😀
Que buena pinta tiene el libro. Me encantó el post :-).
Todos sabemos que a los gitanos se le ha criminalizado, y que vemos muchas noticias sobre gitanas rumanas robando en el metro, ayer sin ir más lejos en el metro de Barcelona, donde han montado patrullas urbanas, por no hablar de las mafias que ponen en los semáforos y en las esquinas a los tullidos o a las madres? con bebes pidiendo. Es un tema espinoso, y depende de las experiencias que haya tenido cada uno así te contará. Recuerdo en los años 80, con la política de reubicación, se les dieron pisos por el barrio de la estrella y muchos arrancaban la grifería para venderla….
Creo que ahora corren otros tiempos, y la exclusión social, por lo menos a los gitanos españoles, ha mejorado mucho.