Título: Espejos
Autor: Eduardo Galeano
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
Los espejos están llenos de gente.
Los invisibles nos ven.
Los olvidados nos recuerdan.
Cuando nos vemos, los vemos.
Cuando nos vamos, ¿se van?
Eduardo Galeano es, en mi opinión, un grandísimo autor que con su mítico Las venas abiertas de América Latina hizo de portavoz de la historia que a unos pocos –poderosos- les conviene que no conozcamos, que olvidemos, que no reflexionemos sobre ella y sus actores, no vaya a ser que nos dé por pensar y actuar en consecuencia… Uno de los pocos grandes autores que siguen vivos, y que podemos seguir escuchando.
Espejos, como el subtítulo apunta, es Una historia casi universal.
Escrita como un puzzle de retazos de historia, reflexiones a partir de restos arqueológicos, de relatos y tradición oral, de paisajes que hemos conocido o conoceremos en nuestros viajes de aquí y de allí, nos hace viajar en el tiempo y en el espacio.
En Tassili y otras comarcas del Sáhara, las pinturas rupestres nos ofrecen, desde hace unos seis mil años, estilizadas imágenes de vacas, toros, antílopes, jirafas, rinocerontes, elefantes…
¿Esos animales eran pura imaginación? ¿O bebían arena los habitantes del desierto? ¿y qué comían? ¿piedras?
El arte nos cuenta que el desierto no era desierto. Sus lagos parecían mares y sus valles daban de pastar a los animales que tiempo después tuvieron que emigrar al sur, en busca del verdor perdido.
Con Espejos uno empieza a reflexionar sobre el aquí y ahora, sobre de dónde somos y adónde vamos, a partir de la historia de la humanidad.
Surge la nostalgia por los tiempos en que no había fronteras, en que los humanos deambulaban como querían, en que no había más obligación que la de alimentarse y sobrevivir ante los depredadores…
Todos somos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquísimos vienen de África.
Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido.
Frecuentemente, deja escapar esa mirada a los olvidados y hacia lo olvidado, hacia las grandes injusticias, hacia las atrocidades que el ser humano es capaz de hacer y hace.
Cuando Irak no era aún Irak, nacieron allí las primeras palabras escritas.
Parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron, con cañitas afiladas, en la arcilla.
[…]
En nuestro tiempo, George W. Bush, quizá convencido de que la escritura había sido inventada en Texas, lanzó con alegre impunidad una guerra de exterminio contra Irak. Hubo miles y miles de víctimas, y no sólo gente de carne y hueso. También mucha memoria fue asesinada.
Numerosas tablillas de barro, historia viva, fueron robadas o destrozadas por los bombardeos.
Una de las tablillas decía:
Somos polvo y nada.
Todo cuanto hacemos no es más que viento.
Miles de muertos sin sepultura deambulan por la pampa argentina. Son los desaparecidos de la última dictadura militar.
La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó. Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra furtiva.
Y nos habla de todas las injusticias del día a día que se cometen y se siguen cometiendo, y que siguen estando demasiado arraigadas a pesar de que el ser humano ha hecho verdaderos esfuerzos y progresos en razonarlas y quizá superarlas. Es el caso del racismo, el machismo, las guerras, la aniquilación del medio ambiente, etc.
La luna perdió la primera batalla contra el sol cuando se difundió la noticia de que no era el viento quien embarazaba a las mujeres.
Después, la historia trajo otras tristes novedades:
la división del trabajo atribuyó casi todas las tareas a las hembras, para que los machos pudiéramos dedicarnos al exterminio mutuo;
el derecho de propiedad y el derecho de herencia permitieron que ellas fueran dueñas de nada;
la organización de la familia las metió en la jaula del padre, el marido y el hijo varón;
y se consolidó el estado, que era como la familia pero más grande.
La luna compartió la caída de sus hijas.
Dedica tiempo a las religiones, los dioses y las diosas, las artes, los oficios artesanos, los himnos, las banderas, la fundación del correo, incluso al croissant!! 🙂 … y se detiene en la India, China, África, Argentina, Irak, Persia, la antigua Grecia, Egipto, etc.
Es un libro que atrapa, como todos los de Galeano. Un libro que está escrito con gran belleza, poesía, y que seguramente merezca la pena leer más de una vez, para ir reteniendo todos los microrrelatos que contiene y para seguir disfrutando de su lectura, porque no se agota con una primera vez. Ni siquiera hace falta leerlo en orden… podemos leer un “capítulo” cada día (apenas dos párrafos, o tres), a pesar de que el cuerpo nos pida leer más.
Es un Viaje por la historia y por la actualidad, por nuestros orígenes, y por lugares fascinantes que podemos conocer y quizá comprender mejor si viajamos hasta ellos.
ja, ja, sí que no para de crecer esa famosa lista, mother mine!!! Bueno, este te lo recomiendo fervientemente 😉
Galeano no deja indiferente a nadie y este me lo apunto en la creciente lista de pendientes…que no para de crecer….
Gracias Ivan y Olga! Es un buen libro 🙂
Gran reseña Alicia. Tengo que leerlo, pues ya he leído varios de Galeano en los últimos años. La verdad es que su lectura no deja indiferente.
Excelente Galeano.Debe ser un libro fascinante, gracias!
Gracias y me alegro!! Es un libro muy bello 🙂
Gran recomendación! Conocemos a Galeano, pero no este libro. Nos habéis despertado las ganas de leerlo! 🙂