Título: El reflejo de las palabras
Autor: Kader Abdolah
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
Con este título tan sugerente, Kader Abdolah, iraní exiliado en Holanda desde 1988 después de haber luchado primero contra el Sha, y después contra el régimen de Jomeini, novela este su recorrido por la vida con una historia sobre la relación profunda entre un hijo y su padre sordomudo.
Su verdadero nombre es Hossein Sadjadi Ghaemmadami Farahani, pero adoptó Kader Abdolah en memoria de dos amigos de la resistencia, que fueron asesinados.
Y dicho todo esto… este es otro de los pocos autores procedentes de ese fascinante país, Irán, la antigua Persia, que nos regala un relato lleno de sensibilidad y con la misma historia de fondo. Igual que Marjane Satrapi con su maravilloso e imprescindible cómic Persépolis, o Azar Nafisi con sus novelas Leer Lolita en Teherán, y Cosas que he callado, y a diferencia quizá de los cineastas que llegan a los festivales de cine con películas un tanto tremendas, Kader Abdolah escribe bajo el paraguas de una bella historia, la Historia de su país.
No sé qué les ocurre a los iraníes, o quizá es cosa de los editores que eligen sus novelas a traducir y publicar aquí, que tanto escriben sobre su Historia…
Las monarquías de Reza Kan (el primero de la dinastía Pahlevi) y de su hijo el Sha de Persia, y el posterior régimen de los ayatolás, fruto de lo que en la facultad de Sociología nos explicaban como la “única Revolución del siglo XX”, son siempre objeto de sus narrativas.
Igual me ocurrió cuando viajé a Irán, memorable viaje que siempre guardaré en mi corazón precisamente por la relación con el pueblo iraní, del que sólo un necio puede escapar o sentirse ajeno…. Allí se acercan a entablar conversación contigo, aquellos que pueden hablar algo de inglés, y siempre tratan de que la conversación gire en torno a lo mismo: ¿qué se piensa de Irán en tu país? ¿sólo llega la propaganda estadounidense? ¿y qué te parece Irán ahora que estás aquí, te gusta, es como lo imaginabas? ¿qué piensas de Israel?… Sin ánimo de lucha o de agria discusión, sino sólo de intercambio de impresiones, o más bien de recogida de opiniones del exterior.
Creo que son conscientes de su estigma de “pueblo extremista”, que en su día se rebelaron contra un gobernante cruel de puertas adentro, y aceptado de puertas afuera… la fachada de un emperador que se empeñaba en modernizar a su país, pisando lo que hiciera falta, y desde luego sin que nadie lo cuestionase, con una policía secreta temible… hasta el punto de que el pueblo no pudo más.
Lo malo es que confundidos, pueblo analfabeto en gran parte, deseosos de defender la cultura y tradiciones de las que tanto se enorgullecen, decidieron seguir a los ayatolás, que supieron aprovechar el momento.
Ahora lo van arrastrando, a saber por cuánto tiempo, pero en cualquier caso tienen claro que los cambios los tienen que hacer ellos, y no deben venir impuestos por el exterior. Son un pueblo fuerte, tienen su carácter, y quieren ser ellos y ellas mismas. Claro, esto no sienta nada bien a las grandes potencias, y en especial a EEUU.
Esta es una novela más, donde se habla de los acontecimientos de su historia reciente, pero también de su tradición de poetas (venerados en el país, como en ningún otro sitio he visto. En Shiraz hay varias tumbas que son objeto de peregrinación, les llevan flores y leen sus poemas ante las mismas… imprescindible si vais allí), de sus costumbres como comprar el pan recién horneado al volver de la primera oración en la mezquita, del choque que supuso que Reza Kan lanzase un decreto por el cual las mujeres no podían salir con el velo a la calle, y en su lugar tenían que ponerse un sombrero y un abrigo (¡!!) –y a la que lo incumplía, a la cárcel-.
Reza Kan quiso cambiar de golpe la vida de las mujeres. De un día para otro las obligó a quitarse el velo para ir al zoco y sustituirlo por un abrigo y un sombrero.
Además, pretendía que todas esas cosas ocurriesen rápido. Por eso gobernaba con mano dura y no toleraba que nadie lo contrariase. Ordenó que al poeta Farogi le cosieran los labios por haber recitado un poema que trataba sobre la imposibilidad de que las mujeres anduviesen sin velo, pues irían dando traspiés. Muchos intelectuales, escritores y dirigentes políticos desaparecieron, fueron encarcelados o murieron asesinados.
¿Encontrará Irán su camino, alguna vez? Me refiero a un camino sin gobernantes que cosan la boca a sus poetas e intelectuales, que permitan que el pueblo se exprese con libertad, y que se vistan como les dé la gana o utilicen Internet como quieran… un camino en que el pueblo no se vea perseguido si piensa diferente al régimen, no se vea impedido para viajar (especialmente las mujeres, si quieren hacerlo solas), se derogue la lapidación y la horca, los cantantes puedan cantar en público (está prohibido)… siendo un país rico como es, en recursos naturales, y en cultura, y en refinamiento.
Porque el pueblo iraní es maravillosamente educado y refinado en sus maneras y en su hospitalidad para con el extranjero. No os extrañe que os inviten a comer a su casa, a mi me ocurrió en Quom, la ciudad bastión de los clérigos ante el Sha (quien no dudó en ordenar disparar contra ellos y encarcelarlos, cuando se sucedían las protestas contra su reinado), una de las ciudades santas para los chiíes, y fue genial.
Me encanta la parte en que habla de un viaje a Isfahan, ciudad increíblemente bella, en la que no importaría vivir un tiempo. La exquisitez de sus mezquitas con sus bellos azulejos, el gran bazar, el puente medieval sobre el río, sus helados (al menos cuando yo fui, en el 2001, se podía beber agua del grifo en todo el país con tranquilidad, y por tanto comer helados sin peligro de que “el mal de Moctezuma” te atacara, y no sabéis qué ricos!! J), las conversaciones con los comerciantes del bazar al finalizar la jornada –se reúnen para comentar el día y tomar un té, en el césped de la gran plaza del Imam, Patrimonio de la Humanidad, y no dudan en invitarte si estás por allí-.
Seguramente vuelva, con gran curiosidad por ver y sentir los cambios, grandes o pequeños, que va experimentando este lugar. Desgraciadamente, muchos exiliados no pueden volver, como Kader Abdolah, si no hay un cambio político profundo.Es el gran sabor agridulce de un país fascinante en muchísimos aspectos. Todo el que ha viajado allí puede suscribir mis palabras. No es un destino a despreciar, sino a perseguir… al menos desde mi punto de vista.
Por cierto, este libro me lo aconsejó un librero en la Feria del Libro de este año… y desde aquí le doy las Gracias.
Alicia:
Leí el libro «El reflejo de las palabras» y me gustó tanto que se lo regalé a mi hijo hace más de un año.
Alicia, quiero saber si este título lo traducen de otra forma en otros idiomas.
Gracias por toda la información sobre Irán, que aunque hayan pasado unos años, pues me parece valiosa.
Mañana empieza la feria del libro en Bogotá, la FILBO, y Kader Abdolah estará en la Biblioteca Pública Lago Timiza, del sur de la ciudad, asistiré a su charla y será maravilloso para mi.
Gracias Carlos! Realmente Iran no hay que perderselo, aunque las chicas tengamos que ir con uniforme islámico, es toda una experiencia. El Iran de calle es una pasada, lo tiene todo, se come fenomenal, muy barato, buena red de buses… Un poco trabajoso conseguir visado aunque no se como es ahora. Cuando yo fui, unos 900 euros el vuelo internacional y nos regalaron 2 vuelos locales!! (la línea iraní, que enlaza con Iberia, x ej en Frankfurt) 🙂
Que bueno Alicia. Tengo unas ganas enormes de conocer Irán. De hecho lo que más me ha frenado ha sido el precio de los vuelos a Teherán, pero una cultura donde los jóvenes van a leer poesía a la tumba de sus poetas favoritos, no es cualquier sociedad, Es una lástima que muchos occidentales miren con recelo y engloben a todo un país por el capullo de presidente que tienen. Que pena, con las revueltas que hubo las pasadas elecciones….Y ese veto a los artistas, cineastas y músicos… una verdadera lástima.
Suerte y buen viaje! Disfruta por esas tierras africanas que tanto añoramos 🙂