Título : En el Camino
Autor : Jack Kerouac
Reseña hecha por : Carlos Valadés @carlosvalades
La atmósfera: Estados Unidos en los años 50 era, bajo ciertos condicionantes, un buen lugar para vivir.Si eras blanco, conservador y/o puritano, y tus objetivos en la vida eran tener un Hudson Hornet , una hacendosa mujer que cocinase unos deliciosos pasteles de manzana, y una casa en un barrio residencial de cualquier anodina ciudad del medio oeste americano, ese era tu lugar.
La segunda guerra mundial deja el mundo polarizado y la guerra fría vive sus momentos más intensos con el senador McCarthy ejerciendo de Torquemada en su infausta caza de brujas, encarcelando a todo lo que parezca o sea de color rojo.
Norman Rockwell retrata la América feliz de las heladerías con niños, los viajes familiares en automóvil y las barberías, mientras el ingrato lado oscuro corre a cargo de Edward Hopper con su inquietante Nighthawks como máximo exponente.El fotógrafo suizo Robert Frank marca un antes y un después en la historia de la fotografía tras dos años recorriendo Estados Unidos. 28.000 negativos que vertebran a una sociedad americana con grandes desigualdades sociales y raciales.
Estamos en los albores de la sociedad de consumo: la creciente clase media apuntala con cada electrodoméstico nuevo el “american way of life”. La televisión entra de forma masiva en los hogares y una ola de marcianos y alienígenas, en clara alusión al comunismo y otras ideologías, amenazan a la democracia estadounidense en filmes como “La invasión de los ultracuerpos”, “Invasores de Marte” o “Planeta prohibido”, esta última con la primera aparición terroríficamente estelar del desopilante “Robby el robot”.
La generación beat: Como contrapunto al pensamiento lineal de masas y al profundo conservadurismo en el que se estaba precipitando el país, escalada nuclear incluida, surge en Nueva York un movimiento contracultural fruto del inconformismo ante los valores que la sociedad americana les ofrece. El núcleo principal lo formaban Jack Kerouac , William Burroughs y Allen Ginsberg.
Los eclécticos y relajados valores de los hipsters combinaban el uso de drogas, una moral sexual relajada, la influencia de culturas orientales y la revolución musical que se produjo con el bebop que consiguió sacar al jazz del paquidérmico y obsoleto formato de las big bands.El gran tótem de esta generación fue Neal Cassady , que complementaba dos aficiones aparentemente contrarias: la lectura compulsiva y el robo de coches. Su amistad con los miembros del grupo, sus viajes de costa a costa con Jack Kerouack, y su continuo carpe diem vital le convirtieron en el alma del grupo. El movimiento beat fue el germen de los hippies de los 60 influyendo notablemente en Bob Dylan (que tuvo una estrecha colaboración con Allen Ginsberg), Janis Joplin, Lou Reed o David Bowie.
En el camino: “Con la aparición de Dean Moriarty comenzó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera.”
Dean Moriarty y Sal Paradise cruzan, en un viaje iniciático, los Estados Unidos. Devoran kilómetros a bordo de un fabuloso Cadillac, o haciendo autostop, da igual el modo, solo importa el perpetuo movimiento, la utópica búsqueda de la libertad y de los grandes espacios abiertos, mitificando la aún no mediática Ruta 66, The Mother Road.
En su lisérgico e imprevisible viaje, comparten carretera y manta con rednecks a la búsqueda de trabajo, afloran imposibles amores fronterizos, paladean el espíritu del jazz de Nueva Orleans, fuman marihuana sentados en la descacharrante máquina acumuladora de orgones, aceptando trabajos basura para seguir viajando, en su eterna huida hacia adelante.
El frenesí creativo de Kerouack, le permite escribir la novela durante solo tres semanas, utilizando un rollo de papel continuo para no ver interrumpido el ritmo desenfrenado, la prosa espontánea, puro jazz estilístico.Verdadera génesis de lo que la cultura popular y los mass media denominarían road movie, con James Dean como primer beatnik en “Rebelde sin causa”, le siguieron muchos otros ejemplos, en filmes de culto como “Easy Rider” , “El diablo sobre ruedas” o la más contemporánea “Thelma y Louise” .
La música, parte troncal de la novela, vivía otra revolución con el bebop.Dizzy Gillespie, el muy literario Charlie Parker, que ya protagonizó uno de los más famosos cuentos del increíble Julio Cortazar, “El perseguidor”, , y la personalidad de Miles Davis con su definitivo e imprescindible “A kind of blue” del año 59,, revolucionarían los anquilosados parámetros musicales en los que había encallado el jazz.
Termino con un fragmento que define la identidad, el espíritu loco y salvaje que definía el adn de la generación beat, y con el que me siento placenteramente identificado:
«…la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos y entonces se ve estallar una luz azul y todo mundo suelta un ¡Ahhh!«.
Hola, me gustaría preguntar si sabes en qué página del libro, en la versión que ilustra tu reseña, puedo encontrar la frase con la que cierras.
Viajes con Charley es un libro sensacional, genial Steinbeck 🙂
En esta línea, también merece la pena leer «Mis viajes con Charley» de John Steinbeck. El autor hace un recorrido por los EE.UU. de los años sesenta con una autocaravana y relata de una forma personal sus impresiones sobre este extenso país.
Gracias Jose! Si, quizás esté un poco sobrevalorado, pero tiene mucho de símbolo y de ícono de una generación poco complaciente con el sistema, que fué la influencia de mucha gente y muy importante en los 60 y los 70.
Un abrazo.
Excelente entrada Carlos, muy bien documentada y amena… El libro no es mi preferido, pero lo has bordado con el artículo, enhorabuena!
qué va, no lo sientas, tu reseña es inmejorable y me alegro de que me hayas tomado la delantera. El de Burroughs no me lo he leído…tengo tantos libros pendientes! Estoy terminando La Conjura de los Necios, libro que me está dando momentos de risa paroxística, el Ignatius Reilly es inmejorable 😉
Es cierto Iván. La vez que nos conocimos en el HI de Ellis Street con Larkin, en las inmediaciones del little Saigon de San Francisco….lo mejor de cada casa estaba allí.
La librería citylights, donde Allan Gingsberg fué detenido por leer su poema «Howl», y nuestras birras en el Vesuvio y el pad tahi, que no se me ha olvidado 🙂
Otro abrazo para ti!
Gran reseña Carlos
Nunca voy a olvidar aquella tarde en San Francisco, con el olor de libros en City Lights y las posteriores cervezas .
Aquella tarde-noche con la charla sobre libros, viajes y la vida. Y pensar que Kerouac y Dylan estuvieron leyendo poemas en aquella agradable bookstore 🙂
Un abrazo amigo
Vaya, lo siento Claudia! Es un clásico de la literatura de viajes y ya sabía yo que tenía que hacerse. Es un libro muy importante que marcó una generación. También leí «El almuerzo desnudo»,de Burroughs, que no tiene nada que ver, y es bastante más heavy en cuanto al tratamiento de las drogas, más descarnado y crudo. Me hubiera gustado leer tu post 🙂
Pues ánimo con él. Te lo lees y te dan ganas de echarte la mochila al hombro y salir de viaje, a la carretera….
Carlos, me has quitado mi post, jaja, ese es el que estaba preparando yo para el fin de semana cuando Iván me dijo que ya lo habías hecho tú. En cualquier caso, el tuyo mucho mejor que el mío. La frase es de mis favoritas, me divertí mucho leyendo ese libro, lo tengo aquí en Berlín y a cada rato leo algún pasaje, la descripción de la carretera, del viaje por México, los olores, el calor, lo pegajoso, Kerouac es un genio describiendo cada sonido, sensación, color, es maravilloso.
Qué buen post, Carlos! no conocía este libro, así que me lo apunto, tiene muy buena pinta! 🙂