Título: La casa de vapor
Autor: Julio Verne
Reseña hecha por: Alicia Ortego @Alisetter
El gran Julio Verne nos ha hecho viajar y soñar con aventuras casi imposibles en nuestra niñez. Quizá ahora es un autor difuminado entre tantísima oferta, para los niños y adolescentes de nuestro tiempo. Quizá debería ser uno de esos grandes clásicos que forman parte de las clases de Literatura de los estudios básicos. Quizá, o quizá no porque me temo que todo lo que suena a obligatorio pierde su encanto y desmerece su gran valía.
El valor de Julio Verne no es sólo el de una escritura amena y aventurera, sino también el de un escritor “visionario”, ya que en muchas de sus novelas incorporaba elementos entonces fantásticos y que más adelante se convirtieron en ingenios bien reales.
Con Julio Verne hemos viajado a las profundidades de la tierra con Viaje al centro de la Tierra (1864), a las profundidades del mar con sus Veinte Mil leguas de viaje submarino (1869), antes nos llevó por el continente africano con sus Cinco semanas en globo (1863), y quizá su más célebre periplo es La vuelta al mundo en 80 días (1873), donde ironizaba además sobre el gusto de los ingleses por las apuestas.
La casa de vapor es un título que yo personalmente no conocía, no tenía ni idea de que existía, hasta que lo vi en el catálogo de Ediciones El Viento, y de repente me entraron unas ganas locas de leerlo… quizá porque hacía mucho tiempo que no tenía entre manos una novela de este gran escritor (no me cansaré de repetirlo).
En este relato, Julio Verne nos lleva a la India colonizada por los ingleses y de nuevo con un reto viajero: recorrer la India desde Calcuta hasta las estribaciones del Himalaya, para luego ir rumbo sur hasta Bombay, en una especie de “casa rodante”. ¿Os suena? A mi me recordó al instante a las roulottes que ya son tan comunes en nuestro entorno, aunque no es España un gran ejemplo de uso de las mismas, sino quizá Francia, precisamente el país que vio nacer al escritor.
–Lo mejor sin duda, sería poder llevarse la casa a cuestas!
-¡Como un caracol!
-¡Sí, amigo mío!, ¡un caracol que pudiera entrar y salir de su caparazón a voluntad no sería digno de lástima! ¡Viajar en su propia casa rodante sería probablemente el último grito del progreso en materia de viajes!
-Puede ser, desplazarse permaneciendo en su home, llevar consigo el hogar y los recuerdos que alberga, variar sucesivamente de horizonte, cambiar de puntos de vista, de atmósfera, de clima, sin modificar nada de la propia vida… sí… ¡Puede ser!.
Así, con algunos razonamientos y sobre todo mucha imaginación alrededor de la ingeniería, Julio Verne plantea una nueva aventura: crear y viajar con un vehículo completamente distinto a todo lo visto hasta entonces.
El grupo de viajeros está compuesto por varios hombres y sus sirvientes. Es curioso la escasa visibilidad de las mujeres en las novelas de Verne, excepto las damas que dan un toque de amor y romanticismo a la historia.
No obstante, hay otro valor que se encuentra en las novelas de Verne, y en esta también está presente… además de transmitir muy bien la mentalidad de su época, especialmente de los ingleses (¿qué tendría con los ingleses este hombre, que nació en Francia, se educó en París, conoció a Víctor Hugo y a Alejandro Dumas hijo, y simpatizó con las ideas revolucionarias del príncipe Pyotr Kropotkimm?), con todas sus encorsetadas fórmulas de educación y honor, se fija en los hechos históricos y en el lado de los nativos –al menos en este caso-.
En La casa de vapor se narra y se hace protagonista de parte de la acción a la famosa Revolución de los Cipayos, donde de forma bastante vergonzosa el Ejército Inglés aplacó una revolución nativa a base de muertos, muertos y más muertos. Y los “cipayos” no se quedaron atrás, que conste… La sombra de la venganza aporta una dosis de aventura importante.
Curioso el relato de cómo se alimentó la insurrección, muy propia de ese país de creencias tan arraigadas y solemnes:
El gobierno inglés acababa de incorporar el uso de la carabina Enfield, que utiliza cartuchos engrasados, al Ejército Indígena. Un día, se extendió el rumor de que la grasa empleada procedía de cerdo o de vaca, según que los cartuchos estuvieran destinados a soldados musulmanes o hindúes del Ejército Indígena.
Ahora bien, en un país en el que la gente renuncia incluso al uso del jabón porque la grasa de un animal sagrado o impuro puede formar parte de él, el empleo de estos cartuchos que, además, debían ser abiertos con los dientes, no iba a ser aceptado con facilidad. El gobierno cedió en parte a las reclamaciones que se le hicieron; pero, por mucho que se modificó la forma de maniobrar con la carabina y pese a asegurar que las grasas en cuestión no se utilizaban para confeccionar la munición, no se logró ni tranquilizar ni convencer a nadie del ejército de los cipayos.
Otras cuestiones se abren camino en este periplo, por ejemplo la de la caza de animales salvajes. Entre el grupo de viajeros que conforman la expedición, se halla un cazador y su sirviente, también cazador. Ambos son verdaderos entusiastas coleccionistas de tigres. Su objetivo: llegar a cazar el número tigre número 50. Siniestro hobby.
Acampados en las faldas del Himalaya, a un tiro de piedra de Tíbet, se sucede un encuentro con un proveedor de animales para las casas reales (majarajás) y zoos de la India.
Se desarrollan algunos diálogos enfrentando los dos puntos de vista: el de quien quiere capturar animales vivos y lo mínimamente dañados posible, y el de quien quiere matarlos.
Uno y otro me provocan escalofríos.
Julio Verne nos habla de un país, India, plagado de fieras… tanto de tigres como de elefantes salvajes y panteras, entre los más temibles. ¿Qué queda de todo ello? Algunas reservas o espacios protegidos donde se pueden contar con los dedos de las manos los habitantes de estas especies. Una verdadera lástima. Algo así ocurrió con África. El hombre ejerciendo de depredador insaciable, que no caza para comer ni para defenderse, sino que caza por deporte. Uf, nunca lo entenderé, o sí, pero no podría participar de ello. Me imagino que cazar así debe de servir para potenciar el sentimiento de Poder, y de paso la sensación de hombría, valor… aunque yo no veo nada de valeroso en disparar con un arma y a ser posible bien parapetado, a un bicho que sólo se puede defender con sus garras y dientes. Detentar el Poder sobre la vida de otro ser vivo, ejercerlo por el simple placer de ejercerlo.
Supongo que los asesinos en serie se deben de sentir así también. Y los mercenarios que van de guerra en guerra. Y los terroristas.
Pero la caza deportiva siempre se ha considerado de otra manera, es legal y se paga mucha pasta por ello (hoy en día, mientras que en los tiempos de Verne era gratis y aplaudida).
Así, este es un libro con diversos caminos abiertos a la reflexión y el debate, y siempre con el viaje de fondo y como verdadero protagonista, además de los momentos trepidantes que parecen sumergirnos en una película de acción al más puro estilo de Indiana Jones. Para no perdérselo 🙂
Un libro poco conocido, que Ediciones del Viento ha tenido la valentía de rescatar, de un autor tan prolífico que a veces el brillo de obras maestras como La vuelta al mundo en 80 días y 20.000 leguas de viaje submarino, deja otras obras extraordinarias, como La casa de vapor, en segundo plano.
Gran reseña Alicia, no lo he leído. Lo cierto es que Verne tiene grandes libros no demasiado conocidos. Uno de esos libros fundamentales es «Historia de los grandes viajes y grandes viajeros», donde narra la Historia de muchos viajes y enormes viajeros. A ver si me pongo con esa reseña, fue uno de los libros que leí durante la vuelta al mundo y fue un libro fascinante y genial.
Sí, un clásico que acostumbramos a «olvidar», una lástima. Recuerdo otro que leí hace muchos años «Los 500 millones de la Begun», muy interesante. Tampoco conozco este que comentas, Iván, así que lo tendré en cuenta 🙂
Y hay una novela pequeñita, un poco ñona, pero que trata de un fenómeno metorológico muy raro, pero que yo he tenido la gran suerte de poder ver en dos ocasiones, Galápagos y La Coruña, El rayo verde
ah! sí? pues esa me interesa!! llevo años intentándolo ver. El que la sigue la consigue, dicen, así que… 😉