Título: A Moscú sin Kaláshnikov
Autor: Daniel Utrilla @Daniel_Utrilla
Reseña hecha por: Carlos Valadés @carlosvalades
El mismo día que Daniel Utrilla llegaba a este mundo, dos cosmonautas rusos nacían por segunda vez al ser rescatados de la fallida misión espacial Soyuz 23 en las heladas aguas del lago Tengiz, en Kazajistán.
Desde el minuto uno, la rusofilia de Daniel ha ido in crescendo, hasta fijar su residencia en el país más extenso de la tierra , primero como corresponsal de “La Razón“ y luego de “El Mundo” hasta hacerse el escritor que ahora es.
Su amor por Rusia es solo comparable a la pasión que siente por el Real Madrid. Precisamente fue un jugador de la sección de baloncesto del Madrid, el mítico Chechu Biriukov, el primer contacto con la antígua Unión Soviética del que es consciente Daniel.
En este vídeo premonitorio, el Real Madrid de Biriukov se enfrenta a un Sabonis colosal vistiendo la camiseta de la URSS, que rompía el tablero como lo haría la Unión Soviética después, y el mismo Arvidas, defendería la camiseta lituana años más tarde.
11 años de corresponsalía dan para mucho, y una de las primeras noticias a cubrir por Utrilla fue la masacre de la escuela de Beslan que terminó con la vida de 330 muertos, 171 de ellos niños.
Asimismo, Daniel asiste al lanzamiento del primer astronauta español, Pedro Duque, a la estación espacial internacional, lo que constituyó un hito para nuestro país, como antes lo había sido para la Unión Soviética tener el honor de ser los pioneros en lanzar el primer hombre al espacio.
En menos de siete años Rusia ganaba por varios cuerpos de distancia a los Estados Unidos en la carrera espacial al lanzar el Sputnik, la perrita Laika y a Yuri Gagarin a orbitar.
Inevitablemente siempre me acuerdo de esta broma sideral.
Las enseñanzas del gran Julio Fuentes, al que sustituiría en Moscú, los primeros amoríos rusos, la idiosincrasia del carácter soviético, y su adorado Tolstoi, el cuerpo incorrupto de Lenin, una entrevista con el urólogo en posesión del pene de Rasputín, las conversaciones futboleras con el taxista más fanático del Real Madrid en pleno centro moscovita, la búsqueda del cementerio de caballos de los zares a las afueras de San Petersburgo, el personaje de Igor Burtsev y su azarosa vida en busca del Yeti, la entrevista con el líder del partido Nacionalista Liberal, Zhirinosvki que amenazó al mundo con utilizar un arma secreta crea-tsunamis , la secta que tenía al mismísimo Francisco Franco como si fuese un santo y al que rezaban oraciones, la improvisada actuación junto a la Orquesta Mondragón en pleno Moscú, la historia del espía Lugovoy supuesto autor del empacho de Polonio de Litvinenko, y sus referencias a mi admirado Collin Thubron, que ya recorrió el país en plena guerra fría o a Vladimir Nabokov, hacen que la lectura de este libro sea como tomarse un doble vodka Stolichnaya desde Rusia con amor.
Aquí la entrevista que le hacen en Jotdown. Me quedo con una doble cita en las páginas finales:
“El arte no es sencillo” Nabokov
“Helarte no es sencillo” Utrilla.