Título:Hijos del Monzón
Autor: David Jiménez @DavidjimenezTW
Reseña hecha por : Iván Marcos @ivanmarcos
El periodismo desde siempre ha tenido una parte muy ligada a los viajes, ya desde los tiempos de Heródoto el informar y contar historias iba inseparable al aventurarse en tierras lejanas y a menudo extrañas. Siempre ha existido un perfil de periodistas que nada pegaban en la redacción de un periódico o de una televisión, y es que hay gente inquieta por naturaleza a las que estar entre cuatro paredes les produce claustrofobia. Quizá sea que me identifico desde siempre con los reporteros y corresponsales, pero siempre me he sentido cerca de una clase de periodistas de raza que tienen el mundo por montera. Y es en ese espacio y bajo esas miradas donde tienen lugar muchos grandes nombres, historias, viajes y libros.
Mi vida( aprendizaje y viajes) quiera o no se ha visto influenciada por algunos de ellos, y es que considero que muchos de esos viajeros- escritores- corresponsales me han educado mucho más que cualquier profesor de Universidad. A veces uno no sabe si es un escritor que viaja o un viajero que escribe, es difuso ese espacio donde está la frontera que separa una actividad de la otra. Quizá uno aprende más desde las páginas de Hemingway , Orwell, Kapuscinski o Leguineche que desde los textos educativos que buscan patrones repetitivos de un sistema atrofiado.
Dentro de la Tribu de reporteros hay que decir que en España tenemos a algunos de los grandes, desgraciadamente muchos han muerto ejerciendo su profesión: Juantxo Rodriguez, Miguel Gil, Julio Fuentes, Ricardo Ortega, Julio Anguita Parrado, José Couso…., una lista demasiado grande. Pero entre los que pudieron sobrevivir a guerras y desastres diversos tenemos a grandes nombres de nuestra historia reciente: Manuel Leguineche, Arturo Pérez-Reverte, José Luis Márquez, Gervasio Sánchez, Miguel de la Quadra Salcedo, o el autor del presente libro: David Jiménez, corresponsal de «El Mundo» en Asia.
La navidad pasada llegaba a mis manos en forma de regalo » El Botones de Kabul» y ese libro me llevaba a una novela que iba directamente al corazón de ávido lector que soy. Allí estaba yo ante la prosa auténtica y sincera de David, y desde las primeras páginas se veía que son las palabras de quien ha vivido en carne propia lo que escribe: El haber estado dentro del infierno de la capital afgana . La semana pasada disfrutaba de un libro memorable, era su primera obra: «Hijos del Monzón» , un libro que entre otras cosas ganaba el Premio de literatura de viajes Camino del Cid en 2008. Llevaba tiempo con muchas ganas de leer esas historias reales del continente asiático.
El libro me recordaba sin duda ya en la contraportada a aquel otro libro de Manu Leguineche «Los ángeles perdidos» . Unas historias y realidades en las que se hablaba de forma directa de la explotación que sufren los niños en el mundo.
La presente obra de David Jiménez es un libro con diez historias de niños con nombres y apellidos . Historias extremadamente duras, complejas, desgarradoras y llenas de dolor. Niños con infancias robadas que nos llevan a algunos entornos de un continente asiático que emerge como nuevo centro económico mundial. Pero como bien nos dice el libro » Hijos del monzón es la historia de quienes no han logrado subirse al tren de las oportunidades y que han sido a menudo aplastados por un modelo de sociedad que les ha hurtado la voz».
Estamos ante diez niños que nos llevan en un desgarrador viaje a sus países, vidas que concuerdan muchas veces con aquel título de Manu Leguineche » El Club de los faltos de cariño». El libro «Hijos del Monzón» nos lleva de forma directa a Asia y a diez niños, a diez países y a unas historias tan duras y reales como la vida misma.
El capítulo primero lleva por nombre Vothy y viajamos al corazón de Phnom Penh, la capital de Camboya, a sus problemas sociales directos por medio de la vida de madre e hija enfermas de ese grave problema global llamado SIDA. Enfermedad que acecha en muchos rincones y que tiene en el conocido como hospital ruso al lugar donde yacen decenas o cientos de enfermos terminales. Son esas vidas rotas e historias olvidadas por la mass media con la que empiezo el libro. Algunas de esas vidas como bien nos dice David nos llevan a ver como el SIDA que asoló Camboya fue llevado muchas veces por soldados de los cuerpos de paz de las Naciones Unidas. Soldados que operaban con total impunidad ante la pasividad de los organismos internacionales y de la burocracia corrupta e institucionalizado que miraba para otro lado cuando los cascos azules abusaban de las pobres mujeres camboyanas.
El segundo capítulo lleva por título » Chuan- el invencible» y nos lleva a Tailandia, al corazón y vida robada de un niño convertido en luchador de Thai Boxing. Es allí, en los alrededores de Bangkok donde ocurren algunos hechos demoledores para un niño que no levanta dos palmos del suelo y que es obligado por un sistema injusto y cruel a vestirse de corto y darle a los puños y patadas para poder comer. Todo ello en las cercanías de una ciudad a la que tanto amo por la sonrisa y corazón de sus gentes.
El capítulo tres nos lleva a Filipinas y lleva por título Reneboy, no nos vamos a las playas preciosas y a los fondos cristalinos que son paraíso de los buceadores. En este capítulo nos lleva al infierno de un vertedero donde los niños conviven con los desechos de la ciudad, donde los bebes deben tener sus cunas en altura ante el peligro de las ratas. No hay espacio para los juegos o la escuela, las vidas de ciertos niños consiste simplemente en recolectar basura de sol a sol para poder comer. Es allí en montañas de la inmundicia donde también están enterrados decenas de cuerpos aplastados por los derrumbamientos de esas motañas de desperdicios y de misería.
El capítulo cuatro lleva por título Teddy y nos lleva a Indonesia, allí sufrimos la muerte de un joven estudiante universitario que lucha por las reformas y la libertad. La búsqueda de un futuro mejor necesita una vez más del valor de Univesitarios que se ponen delante de la opresión y las dictaduras. Un estudiante más que se planta ante los desmanes de un gobierno dictado por la fuerza y apoyado por un ejército que dispara a matar a los manifestantes que se atreven a desafiar al poder de la corrupción y las armas.
El capítulo cinco nos lleva a Afganistán, lleva por nombre Mariam y nos lleva a la extremada dureza de la vida y las gentes del pueblo afgano. Un país que sufre desde hace décadas la guerra, la crueldad extrema y los abusos del extremismo y la religión. Mientras los niños de occidente identifican los aviones con vacaciones y viajar , los pobres niños afganos como Mariam identifican a los aviones con muerte, con destrucción y con bombas.
Todavía llevamos cinco capìtulos y estando en la mitad del libro mi corazón y alma viajan lejos. Me acuerdo de muchas historias personales que tuve la suerte ( o desgracia)de ver, sentir y vivir durante la vuelta al mundo. En esos momentos, me reconforta leer el libro que tengo entre las manos y veo en la forma de escribir de David a la de un humanista y viajero de raza. Siento en cada página que leo esa capacidad innata de contar lo que ya casi nadie nos cuenta en prensa, radio o televisión. Son libros como el que estoy leyendo los que me hacen seguir viendo en ciertos libros a esa mirada especial llena de humanismo y de valores. Sigo leyendo y pienso que me quedan cinco capítulos más y que voy a seguir viajando por la realidad del mundo.
Es un joven Yeshe quien abre el sexto capítulo, en sus páginas y en su vida nos vamos a Lhasa, a conocer la ocupación China en Tibet. Es allí, donde tras la vida e inocencia de un niño nos encontramos con la opresión que sufren los monjes, el propio Dalai Lama y la cultura tibetana. China controla con mano de hierro al Tibet, y una colonización está ocurriendo a marchas forzosas, la que hace el gobierno chino por medio de ciudadanos de étnia han que desplazan a los tibetanos que aún no han optado por el exilio en Dharmasala ( la localidad de India donde viven los tibetanos exiliados , incluido el popio Dalai Lama).
El capítulo siete nos lleva a Ulan Bator con un niño de nombre » Belleza eterna».La capital de Mongolia me recibía en su estación de trenes con el legendario viaje que hice a lomos del Transiberiano. Pero lo que oculta Ulan Bator sobre su primera fachada y sus calles es un subsuelo donde decenas o cientos de niños viven en alcantarillas como si de ratas se tratara. Son estos niños de la calle los que sufren como nadie en esta ciudad que en invierno puede llegar a bajar de los 40 grados bajo cero. El legado y la vida de los nómadas de los inmensos paisajes del Gobi parecen una quimera utópica para estos niños que duermen sobre las tuberias del subsuelo y que sufren como pocos.
Corea del Norte se convierte en la historia del octavo capítulo que lleva el nombre de Kim. Cuesta pensar en el otro Kim de Kipling, pero es probable que no exista ningún libro de orígen extranjero en las Universidades o en las inexistentes librerías o bibliotecas de todo el país. Y es que Corea del norte es una prisión estado donde muchos ciudadanos pretenden escapar, es el caso de Kim que logra llegar a tierra de China donde es acogido por una familia de buen corazón. La dictadura China es un paraíso de libertades si se compara con el experimento estalinista de Corea del Norte que desgraciadamente sigue vigente en pleno siglo XXI.
El mundo se rinde ya en pleno 2011 al poder económico de China, el gigante asiático es el protagonista del capítulo nueve por medio de la vida de Chaojun y su familia. Desde que Mao puso sus planes en marcha, la inmensa China ha pasado de ser el tercer mundo a codearse con Estados Unidos y la vieja Europa. Pero más allá del dinero salen las realidades de millones de historias olvidadas, salen medallas olímpicas y niños prodigios que tocan el piano como ángeles, pero hay un lígero problema cuando se les pregunta qué sienten al tocar: la respuesta es NO SIENTO NADA. Esa China que avanza endiosando al dinero y la fama pero olvidando el alma humana. El pasado rico que fue aniquilado por Mao y sus psicópatas de los guardianes rojos. Es esa vida de niños olvidados a pensar y sentir para poder llegar a la cima y al dinero. Todo vale , aunque quizá la esencia de su éxito sea totalmente equivocada. Pero los padres sueñan con que sus niños sean los mejores en algo, aunque sea a costa de robarles su alma , su tiempo y su vida.
El último capítulo que hace el número diez y que cierra el libro es el de Man Hon, es una historia no menos real y dura que muchas de las anteriores. Es una historia que va a camino entre dos ciudades que ahora se supone que son parte del mismo país: China. Pero a pesar de que Hong Kong y Shenzhen les separan pocos kilómetros estamos ante dos mundos y dos formas distintas. Se trata de un niño indefenso y con problemas de deficiencia mental que no sabe que se ha extraviado y que ha cruzado la frontera. Ha pasado de Hong Khong a China sin saberlo, no sabe hablar, ni escribir, ni quién es. Para los agentes que lo encontraron en China tenía algo que ocultar un adolescente que no hablaba, los policias le golpearon durante horas, de madrugada lo llevaban a un hospital donde fallecía. Su madre sigue buscando al pobre Man Hon sin hacer caso a un hombre que le dijo que las cosas funcionan de forma diferente en función del lado del que vengas de la frontera…
Diez historias, diez países, diez niños, todos ellos son hijos del monzón. Vidas robadas por un sistema cruel, injusto y macabro. Tenemos la suerte de que un gran corresponsal y viajero como David nos las muestre. Solamente hay que acudir a una librería o a una biblioteca pública para conocerlas y poder disfrutar con un libro maravilloso , noble y humano.
@Alicia:Gracias 🙂 Una lectura que no te va a defraudar, te lo aseguro 🙂
@Carlos: Jjejeje. No me veo yo haciendo una tesis doctoral, aunque nunca se sabe, si es algo relacionado con los viajes podría ser 🙂 , el libro es muy bueno.
Preciosa reseña Ivan, lo leeré. 🙂
Iván, tremenda reseña, parece una tesis doctoral sobre el libro 😉
Me lo pongo en la lista de imprescindible