Título: Siete ciudades
Autor: Olivier Rolín
Reseña hecha por: Jose Alejandro Adamuz @ahoratocaviajar
El encuentro con este libro fue anecdótico y circunstancial, casi accidental. Por entonces, sin conocer al autor, documentábamos una visita a Lisboa, y entre todas las fuentes bibliográficas que manejábamos apareció esta joya de la literatura de viajes. Cabe decir, que una vez leído el capítulo de interés, no pudimos apartar la vista del resto del texto. El poder evocador de la narrativa de Olivier Rolin y su capacidad para vincular la geografía urbana con la escritura, con los escritores que hicieron de aquellos lugares recuerdos universales, que nos los hicieron nuestros aún si haberlos visitado nunca, atrapa. Embarcamos días después en el avión con el libro en la mochila, por querer tener a mano su capítulo dedicado a Lisboa; pero junto a él también viajaron el resto de las ciudades: Buenos Aires, Trieste, Alejandría, Leningrado, Praga y Valparaíso. Y aún hoy en día seguimos viajando y volando, sin poder decidirnos por una que sea preferida de entre las siete.
Olivier Rolin consigue transmitirnos de cada ciudad, con una prosa sugestiva, llena de juegos y alusiones literarias, y con un estilo descriptivo expresionista, apoyado en ocasiones por citas literarias y enumeraciones adjetivas, no ya la fotografía naturalista del periodismo de viajes, sino la esencia vital de aquellos lugares que uno puede sentir en la experiencia viajera. Podremos vivir su luz, su sonido, su olor, su vibración más íntima. Nos parecerá pasear por sus calles y experimentar la rabiosa rebeldía de Buenos Aires, la lluvia gris de Trieste, la saudade lisboeta, la ruina polvorosa de Alejandría, la dureza soviética de Leningrado, el desasosiego kafkiano de Praga, o la crueldad de un Valparaíso que ya no es el del Edén. Podremos, en definitiva, soñar los lugares y con los ojos cerrados visitarlos, para cuando físicamente viajemos a ellos, no sea ya un descubrimiento sino un reencuentro con un ambiente, “leemos uno de esos libros cuyo escenario es una determinada ciudad y, luego, desembarcando un día por primera vez en ella, advertimos que nada ha cambiado desde que nunca la visitamos”. Esa es, en definitiva, su máxima facultad, la de inmortalizar el alma de siete ciudades.