Título: El síndrome de París
Autora: Aniko Villalba @AnikoVillalba
Reseña hecha por: Pablo Strubell @PabloStrubell
¿Se puede uno cansar de viajar? A los amantes de los viajes esta pregunta nos puede llegar a sorprender. Una de las actividades más placenteras ¿de verdad puede llegar a convertirse en algo rutinario y aburrido?
Tal vez para la mayoría de nosotros no. Pero para alguien que lleva casi siete años haciéndolo de manera ininterrumpida y lo ha convertido en una forma de vida -como es el caso de la escritora argentina Aniko Villalba- puede llegar a serlo. Y es por eso que en El síndrome de París (Autoedición, 2016), el segundo libro de viajes de Villalba, salen a relucir estas y muchas otras preguntas que ponen sobre la mesa cuestiones que muchos no nos hemos llegado a plantear nunca y que, sin embargo, no nos sorprenderá leer.
El síndrome de París es un libro reflexivo, poco frecuente en la literatura de viajes, en el que la introvertida escritora (según ella misma reconoce) se desnuda y sincera consigo misma y con sus lectores, ofreciendo así una visión del viaje poco habitual. Es un libro reposado en el que analiza cómo viaja y por qué lo hace. El lector asiste y acompaña a la autora en su transformación viajera y vital que se produce en apenas unos meses, en un viaje que nos lleva durante un par de años de viaje por América Latina y Europa.
Viajar cansa, nos cuenta Villalba. Viajar deja de aportar novedades, sensaciones, emociones para convertirse en algo repetitivo y aburrido. Y por ello la autora decide ir despojándose poco a poco de rutinas, de “obligaciones” viajeras, en una búsqueda de respuestas a sus dudas, en un intento de cambiar cómo viaja para reconectar con el viaje y con ella misma.
Su viaje (y libro) arranca en Buenos Aires, Argentina, tras haber finalizado la escritura y promoción de su primer libro. Esta vez comienza el viaje acompañada de su pareja de entonces, algo que, sin duda, afecta a cómo lo hace. También lo hace la pérdida de una persona muy querida, lo que le marca profundamente durante los primeros meses de viaje, convirtiendo a la viajera en una persona más reflexiva sobre su vida, sus motivaciones y la manera en que viaja. Esa primera etapa nos lleva por Argentina, Chile, Perú y Bolivia.
Tras unas navidades un tanto convulsas, en las que deja a su pareja y pasa a viajar nuevamente sola, decide visitar Europa. España, Francia, Islandia, Hungría, Alemania y nuevamente Francia desfilan por las páginas del libro. Es al iniciar esta segunda etapa del viaje en la que se produce un momento clave en el devenir de su periplo y del libro: cae en sus manos un libro que invita a viajar como si se tratara de un juego, dando paso al azar, a la creatividad, invitando a soltar ataduras viajeras, a liberarse de las obligaciones de hay que ver esto, hacer aquello, fotografiar esto otro… y escribir sobre ello.
“Después de casi seis años de vivir viajando estaba cansada de repetir siempre los métodos, viajar con las mismas rutinas, analizar la realidad de una sola manera y escribir mis experiencias en textos parecidos, necesitaba salir de ese loop aburrido”
La autora, en un intento de recuperar la ilusión viajera, pone en práctica este nuevo método por España, Reino Unido y por Islandia, llevando a cabo retos, juegos y desafíos creativos de lo más variopintos, con resultados inusuales, algo que reconforta y recupera la ilusión de la autora.
“Sentía que tenía que transformar la mirada para tomarme la vida como si todo fuese un juego”.
Como era de esperar es la parte más creativa e inusual del libro, en la que también nos habla de los problemas para tener una relación sentimental convencional a través de varios desencuentros amorosos.
El tercer bloque responde a un periodo de búsqueda de las raíces familiares en Hungría (de donde procede la madre de la autora), durante el que va a estudiar húngaro a Budapest durante unas semanas, viajando posteriormente con su familia por ese país y por Alemania. Cabría incluir aquí el periodo de residencia de varios meses en Biarritz, en el que la autora, cansada de cambiar de lugar, de gentes y de culturas decide establecerse en esa ciudad y cambiar el estado de viajera por el de residente en una ciudad que la cautiva desde el primer momento.
Este bloque tal vez sea el más cotidiano, el que más nos acerca a cómo es y piensa Aniko Villalba. A cuáles son los sueños y objetivos de la autora; a cómo le gusta vivir cuando no está constantemente “de viaje”, o cuando este ha mutado hacia el slow travel, en el que no importa tanto lo que se tiene que ver o hacer sino el cómo se siente uno y, sobre todo, qué es lo que necesita, no solo el viajero, sino la persona.
Villalba es una de las viajeras más conocidas de su país. Autora de un exitoso blog de viajes (viajandoporahi.com), lleva prácticamente siete años sin parar de viajar por el mundo. Tras sus primeros cinco años en ruta escribió el excelente Días de viaje, en el que relataba su periplo por América y Asia en solitario. El síndrome de París, también autoeditado y autodistribuido, llega unos años después de este, para contarnos las peripecias de la autora en un nuevo viaje sin fecha de retorno.
Este segundo libro es más reflexivo y tal vez para algunos sea “menos de viaje” que el primero. Sin embargo se mantiene fiel a un estilo que a tantos seduce: escribe sin rodeos, directa, sin grandilocuencias, con mucho ingenio y destreza. Con palabras que crean imágenes certeras. Con textos redondos que se cierran sin dejar cabos sueltos. Con una luz y color especiales.
Siempre disfruto con la lectura de los textos de Aniko, en particular con su visión y capacidad de observación de los lugares en los que se encuentra, muchas veces a través de detalles aparentemente insignificantes, que dan como resultado una imagen atípica y diferente de los lugares que visita. Escribir bien tal vez está al alcance de muchos autores, pero la mirada que aporta Aniko a sus textos es algo de lo que debemos alegrarnos sus lectores, por lo especial que resulta. Por eso, estaremos de enhorabuena cada vez que publique una nueva obra.