Título: En busca de las flores del paraíso
Autor: Kevin Rushby
Reseña hecha por: Alicia Ortego @Alisetter
Hace ya tiempo que leí este libro, comprando en una liquidación, y resultando ser una auténtica sorpresa. Ni siquiera estaba muy segura de que me fuera a gustar, por el tema que se resumía en la contraportada. Este es un libro de viajes al uso, pero donde la sorpresa o su originalidad reside en el objetivo de viaje marcado.
Resultó ser uno de esos libros que te dejan imágenes en la cabeza, ideas, regustos que no se van con el tiempo. Y, cuando unos meses después viajé a Etiopía, tenía ese libro en la cabeza más de lo que me imaginaba, lo rememoré unas cuantas veces y gracias a él –quizá-, disfruté más plenamente una de las tantas experiencias de ese viaje.
Bueno, vale, voy al grano. Kevin Rushby, viajero intrépido desde su juventud, decide realizar un viaje monográfico en busca de los orígenes del Kat, Khat, Qat, Chat, Cat, Jima, Mira… una hoja con dos ingredientes farmacológicamente activos: cathinona y cathina, cuyos efectos son parecidos al sulfato de anfetamina.
Esta hoja se consume a diario en Etiopía y en Yemen (más extendida en este segundo país), y ambos países se disputan su origen –como tantas otras cosas, por ejemplo la Reina de Saba, o el origen del café-.
Asimismo, Kevin quiere seguir los pasos de Rimbaud, hacer la misma ruta del poeta francés atormentado, que vivió primero en Adén (Yemen) y después en Harar (Etiopía), donde llegó a traficar con armas… Quiere hacerlo aunque para ello tenga que pasar por regiones en conflicto. Se empeña, lo intenta. Estamos hablando de un viaje en el año 1982.
Comenzando por sus sentimientos de añoranza de viaje, de estas tierras, y también del kat o chat que consumió anteriormente, viviendo en Londres, nos empieza a desgranar los datos que conoce de esta planta, de esta hoja que hace que en Yemen el mediodía se convierta en un “ir a la compra” generalizado y con nerviosismo, a por el kat de la tarde. Muchas cosas se paralizan a favor del kat y de las sesiones en que se desarrolla su consumo.
El autor se empeña en señalar que no estamos hablando de una droga, sino de una sustancia con ciertos efectos, pero que no se puede considerar droga. De hecho, en Reino Unido no estaba prohibido su consumo (digo que no estaba, porque no sé si actualmente lo está), aunque sí en EEUU.
Podemos entrar en muchas disquisiciones acerca de lo que es droga y no lo es, así que… opto por dejar el debate a un lado, con vuestro permiso ;-).
El viaje comienza. Estamos ante un viajero que va por su cuenta, solo, haciendo auto-stop, improvisando, atascándose… que se aproxima a los locales allí donde va, pregunta, no se entiende, lo vuelve a intentar, y siempre encuentra quien le ayude y le acompañe. También encuentra ladrones, pillos, etc… primero por una Etiopía nada acostumbrada a los viajeros en aquellos años, hoy los recibe con los brazos abiertos, sin llegar a ser un destino masificado. Luego, por fin, cruzando a Yemen e internándose en sus paisajes agrestes, sus ciudades remotas, sus gentes mucho más amables de lo que desde aquí nos intentan vender.
Y siempre con el kat en la mente, las tardes dedicadas a él. El consumo tradicional del kat o chat, en ambos países, se desarrolla a través de un ritual específico, bastante parecido en uno y otro, imprescindible para disfrutar del momento y de sus efectos, aunque ello no impide que también se consuma durante la actividad diaria, generalmente después de comer, y antes de la noche. Y sí, también hay verdaderos adictos que viven para ello y nada más. Sus mentes se vacían y sólo piensan en el consumo, sus voluntades se pierden, se vuelven medio locos, agresivos, etc. Pero no es la generalidad.
En una habitación tranquila, mejor con una buena vista a través de la ventana, luz baja, una pipa de agua burbujeando suavemente (y café y cacahuetes en Etiopía), agua mineral fría siempre a mano, y en compañía… esos son los ingredientes para una buena sesión de kat.
Las hojas se mascan pausadamente, desprendiéndolas directamente de las ramas que se han comprado en el mercado, mejor los brotes tiernos… En Etiopía se tragan, y en Yemen se van acumulando en el interior del carrillo, hasta formar una bola enorme que deforma la cara. Distraídamente, mientras la conversación va fluyendo, o la lectura de poemas desgrana bellas palabras. Y todo ello, recostados en alfombras, sobre cojines. Así es una sesión de kat o chat.
Dicen que la mente se ocupa sólo con pensamientos y ensoñaciones positivas, y también se vuelve activa, locuaz, creativa… mientras un gran relax se apodera del cuerpo.
Kevin va descubriendo que hay hojas de mejor calidad que otras, que hay aguas minerales que “maridan” mejor con el kat que otras ya que logran que el amargor de los jugos de la hoja cambie a un sabor dulce…
En el verano de 2010 viajé a Etiopía. Pensaba que no probaría el chat (esta es la denominación más extendida en este país), ya que no iba a poder ir a Harar, en el suroeste del país, donde se produce la mayor parte de esta hoja y se consume.
Pero resulta que sí, que en buena parte del Sur también se consume, y después de preguntar, y observar cómo el guía etíope con el que íbamos lo compraba en las paradas y lo consumía en el coche, tuvimos la oportunidad de hacer una sesión. Buena parte de lo leído en este libro volvió a mi mente, y comprendí mejor muchas de las cosas que cuenta.
He olvidado decir que el chat es completamente legal en Etiopía, así como en Yemen. No sólo eso, sino que además, en 2009 fue el tercer producto de exportación de la economía etíope, nada más y nada menos. Parece ser que se exporta a las farmacéuticas de Reino Unido, además del propio Yemen.
Averigüé que muchos campesinos han decidido dejar de cultivar café, a favor del chat. Ambos son árboles que crecen en altura, entre los 1000 y los 2.500 m., aunque poco a poco el cultivo de éste ha ido bajando, ya que es mucho más rentable… La planta empieza a producir antes, se cosecha varias veces al año, y su precio está menos sujeto a los vaivenes de los mercados. El café, no.
También que el número de adictos, con letras mayúsculas, ha ido creciendo exponencialmente, y que con los años pasará factura, porque el consumo en exceso no es inocuo, eso está claro.
Decir, por experiencia propia, que además de la maravillosa sensación de relax y de pensamientos positivos y buena conversación, también hay una segunda fase de excitación, nervios, donde las pupilas se dilatan, la lengua sigue moviéndose por la boca como si siguieras mascando… Bien es cierto que bebí unos cuantos cafés solos, bien cargados!!. Nos gustó tanto que la sesión se prolongó al doble de tiempo de lo norma 😉 .
En fin, un libro que conviene no dejar pasar de largo, porque junto con un relato de viajes bien escrito, aventurero y divertido sobre tierras lejanas y muy interesantes, ofrece muchas reflexiones acerca de nuestras concepciones morales.
Gracias Baraka! Un placer 🙂
Muchas gracias por los descubrimientos, y muchas gracias por la genial descripción
Gracias Carlos! Me hubiera gustado llegar a Harar, y si, me contaron esas escenas de los yonquis del chat… Yo no vi eso en otras zonas de Etiopia, como sabes, aunq el mercado del chat en Addis tenía un ambientillo tenso… Etiopia es enorme y variadisima, seguramente vuelva, no se si a Harar o ya a la Depresión del Danakil, en nuestro invierno, claro. Tiene q ser otro mundo. Un abrazo!
Yo llegué a Harar, la ciudad musulmana de Etiopía, y estuve en la casa de Rimbaud. Allí fuí testigo del mercadeo diario que se produce con esta hoja de chat. Corrillos por todas partes alrededor de hombres y mujeres con inmensos bolsones de basura llenos de esta adictiva hoja. También comprobé con mis propios ojos los devastadores efectos que produce. Muchos yonkis viven tirados en las calles de Harar, con la boca verde de mascar esa hoja, la mirada perdida en busca de tan jugoso elixir. Yo también la probé, pero en mi fué totalmente inócua.
También vi a Hiena man, el hombre que alimenta con sus propias manos a las hienas, y que nombra Javier Reverte en su libro.
Buen post Alicia 🙂
Muchas gracias mj, guapa!! pues sí, buenos recuerdos… este es el libro que os comenté estando por allí… a ver si lo encuentras, a mi me lo prestaron, si no te lo pasaba!! Bss
Pues creo que me lo tendré que leer, no? Buen artículo y mejores recuerdos 😉
Muy recomendable ambas cosas, Claudia! 🙂 De momento, puedes viajar mentalmente con los libros, y éste es una buena recomendación, está muy bien! Aunque en realidad se centra mucho más en Yemen, país del que me han hablado maravillas y que sin embargo no me tira tanto, aunque ahora no se puede ir, en cualquier caso 🙁
Un abrazo
muy interesante, Etiopía es un destino que me fascina, a ver cuándo piso tierras africanas!
ja, ja, si lo haces llámame!!! 🙂 aunque me temo que aquí está considerada como una droga, y es ilegal… pero no lo sé a ciencia cierta!
Que buena experiencia Alicia! no conocía esta droga, digo este árbol. Ivestigaré sobre el tema y aprovechando mis nociones sobre agronomía intentaremos traer unos ejemplares a la penísula ibérica, que se algunos lugares muy buenos donde puede enraizar bien a esta altitud, en la estepa mediterránea 🙂