Título: La Ruta prohibida- De Kabul a Samarkanda
Autora: Rosita Forbes
Reseña hecha por: Iván Marcos @ivanmarcos
Explorando en la Biblioteca Pública descubrí por casualidad el presente libro y a una autora que en ambos casos me me eran desconocidos. Pero al ver el libro se produjo esa fascinación que transmiten algunos libros. Ya desde el inicio pude sentir como el título me atraía de inmediato, tanto por la zona geográfica, como por la época y el ser vivido por una aventurera legendaria de su tiempo. Mi pasión por la literatura de viajes es evidente y me fascina mucho cuando descubro nuevos autores y obras de tanta calidad. En el presente estamos ante uno de los grandes clásicos de la literatura viajera dell siglo XX y ante una autora pionera que nos transmite altas dosis de humanismo en su forma de escribir.
Los propios nombres de Kabul y Samarkanda hacen que nuestra mente las identifique con diferentes realidades. Kabul ahora mismo nos recuerda al conflicto de Afganistán, Samarkanda puede recordarnos a viejas caravanas que recorrían la antigua y legendaria Ruta de la Seda. En ambos casos las décadas y siglos pasados han hecho evolucionar a unas ciudades en función de sus propias circunstancias.
Afganistán y toda esa zona que representa el Turquestán han sido siempre focos de conflictos, desde los tiempos de Alejandro Magno, Tamerlán o los recientes del Islam con su integrismo religioso. Asia Central ha sido también desde siempre un foco viajero y de cruce de caminos a lo largo de la Historia. Desde aquellos viajes de Marco Polo hasta el movimiento hippie o las guerras de actualidad han pasado muchas cosas.
Rosita Forbes viaja por la zona con un desparpajo lleno de sencillez y humildad, todo ello en un año 1935 que como en el caso de Patrick Leigh Fermor fueron viajes legendarios antes de la Segunda Guerra Mundial. El Comunismo no obstante ya estaba implantado en lo que fue la Unión Soviética, y esas Repúblicas de Asia Central representaban un mundo prácticamente inaccesible y lleno de burocracia que resultaban losas para cualquiera que quisiera entrar en sus fronteras.
«Y es que lo que a mí me interesa es la gente. Yo encuentro la originalidad en las personas, no en el escenario»
Rosita Forbes viaja por libre y va atravesando enclaves legendarios, vive con lugareños e intenta comunicarse a pesar de las barreras del idioma. Los tiempos del turismo de masas quedan lejos y la inocencia del viaje aparece muchas veces en situaciones rocambolescas con la gente de la calle, pero también con algunos funcionarios cabeza cuadradas.
Además de las anteriores ciudades de Kabul o Samarkanda hay espacio para otros enclaves míticos como son : Peshawar, Kandahar, Mazar i Sharif, Balkh o Bujará . Hay espacio obviamente para otros nombres naturales legendarios como son el Hindu Kush o los legendarios Oxus-Amu Darya.
La ternura en la forma de escribir de Rosita Forbes llega a veces a emocionar, cuesta pensar hoy en día en una mujer viajando sola por una zona llena de problemas y complejidades. Pero en aquellos tiempos quizá la inocencia del viaje resultaba algo totalmente diferente a lo que podemos experimentar en la actualidad. Estamos pues ante unos tiempos donde el viajero no era visto como una fuente de divisas, en muchos casos era una atracción, una curiosidad y algo digno de señalar al romper el discurrir diario de la gente de a pie.
El caos de Asia Central es evidente, siempre entre la encrucijada de Rusia y del Islam. Aquí algunas palabras llenas de observación por parte de la legendaria autora:
Mientras le escuchaba, regresé a una Rusia formal, dogmática, rígida y , sin embargo, inspirada por un ideal en expansión,que, si no estás cansado ni eres estúpido, te estimula del modo en el que lo hace una exposición surrealista. Es posible que todos los demás países que conozco parezcan simples ante la complejidad, la incomodidad, el entusiasmo y el portentoso desarrollo de Rusia.
Y al final , me iría al norte atravesando el Plan Quinquenal, ilustrado con fábricas y granjas cubistas, por las viejas aldeas del Volga, donde las viviendas son pocilgas de paja y barro que se desmoronan a los pies de unas monstruosas iglesias blancas, consoladoras y tiránicas. Pero, de momento, solo me imaginaba a mí misma, efectiva y geográficamente, en Asia.
Entonces, sonó, fina, clara y totalmente inesperada la llamada a la oración el atardecer.
Para mí, aquel diván, junto al río revuelto fue el «Fin del Viaje». Satisfecha, me dormí.
Estamos pues ante un libro maravilloso y fascinante de una aventurera legendaria del siglo XX.
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