Título: Sicilia, la piedra negra
Autor: Julián Meza
Reseña hecha por : Andy Edwards @edscriptor
La isla de Sicilia tiene fama de omertà, esa actitud de oír y ver nada. A veces durante su historia tan larga y compleja este estado de ánimo estaba un punto de vista algo ‘saludable’, pero es un estereotipo Mafioso que tiene poco que ver con la realidad siciliana. Debo declarar un interés, paso parte de cada año en Sicilia y tengo mucha afición por la isla y su literatura. Lo que es abundantemente claro es el hecho que los escritores nativos prodigan alabanzas a su hogar o lo condenan en igual medida. Pero, ¿y qué hay de los extranjeros?.
Existen libros de calidad en castellano sobre Sicilia. En mi opinión lo mejor de todo es Viaje a la Sicilia con un guía ciego escrito por Alejandro Luque; un recorrido por la isla siguiendo las huellas de Jorge Luis Borges. No voy a hacer una reseña de esta obra, porque la traduje, estaría predispuesto a favor de ella. En lugar del libro de Luque, voy a mirar las páginas de Sicilia – La piedra negra de Julián Meza. Es una especie de viaje con bloc de notas, una gira que crea impresiones muy vivas.
Señor Meza, impulsado por un deseo de ver lo mejor de Magna Grecia, visita todos los sitios arqueológicos famosos: Selinunte, Ia oreja de Dionisio, Solunto, Akragas… Sin embargo, sus pasajes no están exentos del mundo moderno. Tiene buen ojo irónico para las cosas cotidianas o literarias de cada zona y atraen tanto el lector estos pequeños detalles. Cuenta la historia del Grand Hotel et des Palmes, en otro tiempo el ex palacio de los anglo-sicilianos los Whitaker, y sus visitantes ilustres. Wagner compuso el Parsifal en una suite lujosa, Renoir lo pintó y el escritor francés, Raymond Roussel, lleno de barbitúricos, se suicidó en la habitación doscientos veinticuatro.
El pasado siciliano tenía una multitud de influencias – los griegos y romanos; los moros, igual que España; los normandos al mismo tiempo que conquistaron las nieblas de Inglaterra y, con apariencias diferentes, los españoles. El gobierno italiano es un conquistador más. Como dice Meza «Sicilia fue diversa y semejante, simultánea y sucesivamente. Así sigue siendo, y está lejos de ser una creación acabada».
Algunos capítulos constan de sólo una página, una viñeta casi perfecta, como por ejemplo la sección sobre la ciudad de Palma di Montechiaro. En un párrafo, aprendemos que el sitio era el ducado hereditario del autor de El gatopardo cuyo antepasado dormía en un ataúd, que durante los años cincuenta la gente compartía sus casas con los animales de granja, y que, más o menos, el cincuenta por ciento era iletrado. Las cosas cambian, pero no tanto. Para parafrasear el sobrino de El Gatopardo o nuestro autor, se puede decir que se cambia todo para seguir siendo igual.
Con justa razón, esta es una perspectiva que no les atrae a los jóvenes sicilianos. En verdad la realidad de ciudades como Palermo y Catania desarrolla continuamente, aunque la gente tenga que luchar contra el peso muerto de la historia. Un ilustración maravillosa de ese peso es la descripción de Meza sobre el barroco siciliano. Lo explica en cuanto a un juego de espejos que refleja el barroco en todas partes, una ilusión que se nubla el futuro mientras se hipnotiza la gente. Visitad la villa Palagonia en Bagheria y miradlo en acción.
Excelente reseña amigo Andy, los caminos de Sicilia marcan un estilo muy pintoresco, tanto por su rico pasado como por sus leyes no escritas. Un abrazo y gracias por tus palabras
Estupendo comentario, algún día estaré en Sicilia..y recordare este comentario..tratare de conseguir el libro..gracias.