Título: Viaje a las regiones interiores de África
Autor: Mungo Park
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
Mungo Park fue un explorador que, a finales del s. XVIII, fue contratado por la African Asssociation para trazar y estudiar el curso del río Níger. Los europeos estaban realmente intrigados. Sabían que era un río navegable, ya que les llegaban relatos de los comerciantes y traficantes de esclavos que venían del interior. Pero lo que no entendían es que, según todos les contaban, su corriente fluía en dirección Este, es decir, de manera inversa al mar.
Mungo Park no consiguió todos sus objetivos, así que volvió 10 años después para volver a intentarlo.Además de ser capaz de viajar él solo por esas tierras hostiles, y con los medios de la época, siendo robado en muchas ocasiones, hasta quedarse incluso casi sin ropa, nos ha legado un relato fantástico, el de sus diarios, en una prosa muy clara y amena.
Park nos habla de las distintas tribus y reinos que encontraba en el camino, deteniéndose en explicar sus costumbres, comidas y vestimentas. Precisamente he podido constatar cómo algunas de sus descripciones aún siguen vivas, presentes en el día a día de esas gentes que él tan bien retrata. Hay muchísimos ejemplos, desde el método de estudio del Corán (copiando en tablillas de madera, una y otra vez, las suras del Corán), hasta el uso y consumo del karité en forma de grandes bolas de manteca para cocinar, o cómo las mujeres machacan maíz y el mijo a diario para conseguir una harina que es la base de su alimentación, incluso aún pervive el batido de la leche en odres de piel de cabra para fabricar mantequilla (antes, a cargo de las esclavas. Hoy, a cargo de los descendientes de esos esclavos, que continúan con sus amos en relación de servilismo).
O cómo las mujeres de los “moros” llevan una vida placentera, bajo las tiendas en las que viven, cuidando que su piel no se ennegrezca, y engordando, ya que así son sus cánones de belleza. Unas verdaderas “señoronas”. Y todo esto aún existe, sólo hay que ir allí 🙂
Otras cosas ya no las podremos ver, como que la moneda utilizada era el caurí, esas conchas que siguen estando presentes pero más bien como motivos de adornos y amuletos. Tampoco hay ya cocodrilos en el Níger… y es difícil ver hipopótamos, aunque algunos quedan. Y afortunadamente, tampoco existe ya ese tráfico de esclavos masivo y cruento, espeluznante.
Precioso es el momento en que encuentra el Níger, cómo describe la emoción del momento, y contado con gran sencillez que, efectivamente, el río fluye hacia el Este. Esa emoción también me embargó a mi cuando lo vi por primera vez. Un río de esas dimensiones, en medio de una tierra desértica, es digno de emoción!.
Por otro lado, en esta lectura encuentras el punto de vista de la época, con la que fácilmente no comulgaréis: aceptación y complacencia ante la esclavitud, animadversión total hacia lo que él llama los “moros”…
Pero leyendo a viajeros como Park, de su puño y letra, no podemos dejar de admirar cómo se internaban en un continente desconocido, con muy pocas ayudas y ninguna comodidad, sin saber una palabra de los idiomas (pero que sí iban aprendiendo por el camino, al menos en este caso), expuestos a un clima hostil, a enfermedades extrañas. Esto, señores, ya no se puede hacer, pero sí podemos contar con sus relatos impresos y nuestra imaginación, y aunque parezca mentira, con muchas costumbres y hábitos de entonces, si nos decidimos a visitar esas latitudes.
Gracias, Iván! supongo que leerlo en English supone una lectura absolutamente fiel y desde luego más «auténtica»! 🙂
Felicidades por el post Alicia. Pude leer el libro en english durante mis tiempos viviendo en Escocia. Como tantos grandes exploradores , Mungo Park ha dado a la sociedad un conocimiento tremendo y espectacular, tanto desde el plano del entorno natural como en el del ser humano de África. Un abrazo
Sí, Carlos, la verdad es que vas leyendo el libro y encuentras muchas similitudes con lo que pasaba allí hace ya más de un siglo! Mungo Park lo narra muy bien y con mucho detalle, sin ser pesado, y es genial darte cuenta de las cosas que perviven, aunque muchas otras van cambiando más/menos rápido… Gracias por comentar! 🙂
Es cierto que parece que el tiempo no haya transcurrido en algunas partes de África. Recuerdo a la entrada de la mezquita de Djenne, la más grande del mundo hecha de adobe, como los niños se movían compulsivamente leyendo esas tablillas de madera con las suras del Corán. También me puedo imaginar la emoción que debían sentir aquellos exploradores al llegar a Tombuctú, cruzando el Niger. Y esas mujeres machacando el mijo en el país Dogón….y aún puedes recibir un masaje con aceite de Karité después de una caminata por el país Dogón… Que recuerdos!