Título: El siglo de las langostas
Autora: Malika Mokkeddem
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
“Y también comprendo que uno pueda acabar envuelto en la paz y el silencio de alguna zagüía del sur, terminar extasiado, sin nostalgia ni deseo, ante un horizonte espléndido”. Isabelle Eberhardt, Kédnasa, 1904
Malika Mokeddem es una escritora que nació en Kédnasa, al oeste del desierto argelino, y fue la única chica de su clase, en los años 60, llegando a estudiar Medicina entre Orán y París, y a ejercerla, hasta que un buen día lo dejó todo para dedicarse a escribir.Hace tiempo leí el primero de sus títulos, Los hombres que caminan, y sencillamente me fascinó.
Su prosa es poética y evocadora, transmisora de la vida en el desierto, la cultura nómada de los Tuareg, la cultura de los oasis y sus gentes sedentarias, el choque entre la tradición y la modernidad… Cómo sienten, cómo piensan.
Tanto «Los hombres que caminan» como «El siglo de las langostas» son novelas que nos harán soñar con esos horizontes infinitos, ese sol castigador y esas noches cuajadas de estrellas y cuentos alrededor de la hoguera, esa filosofía de los hombres que caminan, que viven en un medio realmente difícil y donde sin embargo, quizá, no podrían pasar mucho tiempo lejos de él… Es gente que comprende la belleza del lugar donde vive, su fragilidad y al tiempo su fortaleza.
Pero aun pareciendo que se centra en los hombres, nos habla de las mujeres, esas grandes olvidadas por los historiadores, por los narradores…
Nos cuenta cómo la mujer siente allí, padece, y tiene sus propias ideas. Cómo hay mujeres que deciden ir más allá de la tradición, superarla y no por ello olvidarla. ¿Su propia historia personal? Sin duda lo que escribe y fabula lo conoce.
Y eso que en culturas como la Tuareg, las mujeres tienen un papel social muy importante. Encargadas de la educación de los hijos y de todo lo que tiene que ver con la cultura: música, poesía… ellas son las que educan a los hijos e hijas hasta la pubertad; son las que se encargan de la administración económica de la familia, incluso las que transmiten las herencias familiares… Pero, claro, no son las que toman las grandes decisiones: partir hacia un nuevo camino o quedarse, impartir justicia, guerrear.
El siglo de las langostas es una historia preciosa que rememora la Argelia de la primera mitad del siglo XX a través de Mahmud, un hombre que quería dedicar sus días a cultivar el amor y la poesía, con su amada, teniendo que apartarse del resto de sus congéneres por contravenir las normas y las tradiciones, condenados al ostracismo, algo realmente peligroso en el desierto para una unidad familiar pequeña.
Las tradiciones se lo ponen difícil, la política del momento (el colonialismo decadente, próximo a su fin), el azar también… y su joven y querida esposa muere asesinada por unos bandidos, ante los ojos de su niñita, y en su ausencia.
Comienza un peregrinaje lleno de dolor para padre e hija… Ella deja de hablar, y él se empeña en instruirla para que sea una mujer que a pesar de su mudez, no deje de conocer las palabras y toda la belleza que esconden, y las pueda utilizar en consecuencia, leyendo y escribiendo. Para que sea una mujer libre.
Este libro nos habla de grandes valores, que tanto aquí como en las profundidades del desierto pueden tener sentido: el amor, la educación, la libertad, la independencia… y también las grandes trabas de las sociedades de ayer y de hoy: la incomprensión, el rechazo ante el extraño, el libre pensamiento que puede amenazar el orden establecido.
Os dejo con uno de sus bellos párrafos sobre el nomadismo:
“Vivir en una jaima es como habitar en el lecho del viento. Al menor soplo, éste ya está dentro, obsesivo. Sus odiseas levantan y airean los sueños. Sus lamentos infunden deseos embriagadores de partir. La jaima se estremece, tira de las cuerdas que la sujetan. Los camellos gritan con la mirada perdida y los ollares temblorosos. Hasta las ovejas levantan la cabeza y sus balidos vibran, de repente, con un trémulo sonido. Los hombres que caminan conservan en la memoria las locuras del viento: ellos se deslizan tras sus huellas y él borra sus pasos. Son como él. Están aquí, luego allá, fuera de todas las fronteras, y cuando parece que los tienes, ya se han alejado. Su jaima ni siquiera protege del frío. No es más que una quimera en la que cantan todos los vientos, un pretexto para dormir, un colchón del sueño que se recoge al despertar, en el momento de seguirlos por los caminos de ninguna parte”.
Cierto, Ivan, síntoma de diversidad, y creo que el choque no lleva al entendimiento, es algo que nos cuesta, y no digo que tengan razón, si es que hay una razón, pero fijate, parece que nos resulta mas atractivo la indumentaria de las mujeres en India, porque llevan el ombligo al aire, cuando tambien es una cultura profundamente machista, y tambien son mujeres que se han de cubrir el pelo e incluso el rostro ante extraños, con el sari. Y sin embargo, aqui no se duda en imitarlas, y es una estética que decididamente gusta. Muchos se empeñan en ser ajenos a la situación de la mujer en India, y es francamente mala en gran parte de la población, sean musulmanes o hindúes u otras religiones o sectas. Por eso prefiero intentar entender, aunque reconozca que no puedo compartir, algunas cosas. Gracias Ivan!
Gran post Alicia. Lo cierto es que con nuestros ojos se nos hace muy difícil el entender el mundo musulmán y el papel de la mujer. Creo que es un camino que lleva muchas cosas parejas : ilustración, burguesia ilustrada, cultura, educación, tolerancia, libertad y democracia . Obviamente es algo que quizá siempre ha estado al tener la religión tan pareja a la vida ,, a la política y a su propia sociedad. Es obvio que sigue chocando de lleno con los parámetros de libertades que tenemos en la sociedad occidental, pero no deja de ser uno de los síntomas de la diversidad ( para bueno y malo) de nuestro mundo 😉
Vaya, tremendo eso de que a los hombres les gusten cultivadas, para tenerlas luego en casa… suena a maniobra retorcida: te calmo tus ganas de aprender y de sentirte alguien independiente capaz de pensar por ti misma, pero sigues siendo toda para mi, en casita, con conversaciones intelectuales, pero en casita… uf, qué mal rollo!
La verdad es que sí, que desde aquí no lo terminamos de entender, y yo por lo menos me incluyo. Entiendo que quieran hacer sus revoluciones, o llevar sus cambios como quieran, pero parece que al final se quedan en un «sí, pero no»… lo dicho, no termino de entenderlo, quizá estamos demasiado acostumbrados a pensar que nuestro modelo es el mejor, no lo sé.. Mil gracias, Carlos! 🙂
Muy cierto todo lo que comentas sobre el poco reconocido papel de las mujeres en el mundo musulman. Que poco usual que sea una mujer musulmana la que describe a su soicedad. Y que necesario es. Según comentas fué la única chica que estudió. Me da pena ese segundo plano al que se relega a la mujer en el islam, aún proviniendo de ellas mismas. Tuve una conversación muy interesante en Belén, con estudiantes españolas de lengua árabe en Amman, y contaban que la mayoría de las chicas que estudiaban en la universidad se cultivaban para resultarles más interesantes a los hombres, y obtener un mejor marido, más acomodado económicamente, a sabiendas de que no iban a trabajar nunca, ni a ejercer esas profesiones para las que se habían estado formando. De nuevo, gran post Alicia. 🙂