Título: Días de viaje. Relatos en primera persona
Autora: Aniko Villalba @viajandoporahi
Reseña hecha por: Pablo Strubell @PabloStrubell
¿Escribir unas memorias con 28 años? ¿Es eso posible? La respuesta es tan contundente como el currículo viajero de quien las ha escrito, Aniko Villalba. Si habláramos de otros viajeros, tal vez esa edad podría ser prematura para lanzarse a esa tarea tan complicada que es recoger en un libro los viajes más importante de una vida. Pero ella, después de estar viajando casi ininterrumpidamente los últimos cinco años, escuchó las señales, regresó a su Buenos Aires natal y se sentó a escribir. Y el resultado es Días de Viaje. Unas señoras memorias viajeras, si bien ella estoy casi seguro que nunca se planteó que fueran eso. Acaso un relato de los viajes más importantes en su vida, pero ¿no son eso lo que llamamos unas memorias viajeras?.
Lo bueno es que frente a memorias escritas por personalidades ilustres que llegan a ese momento de avanzada edad en que parece que hay que echar la vista atrás y pensar en todo lo vivido, Aniko es joven, muy joven, y tenemos viajera y relatos para rato. Para mucho. Porque ella tiene una energía y una vitalidad desbordante, y unas ganas de comerse el mundo que no van a parar en muchos años. Es lo más parecido a una nómada (urbanita) que conozco.
Lo mejor de todo, ya que estamos hablando de un libro, es que Aniko escribe realmente bien. Y no solo este libro: hace un par de años empezó un estupendo blog de viajes, www.viajandoporahi.com, en el que escribía relatos sensibles, interesantes, irónicos y divertidos. Leerla allí siempre fue un gusto, completando los textos con fotografías propias. No solo eso: también escribe artículos para revistas y diarios argentinos, su principal sustento económico; textos y fotos que desgraciadamente son invisibles a los que vivimos en España.
En el libro hay algunas imágenes también. Pero lo que destaca desde la portada son las sutiles y delicadas ilustraciones de Vero Gati que adornan el libro. Una preciosa portada (y unos divertidos mapas interiores) para este gran libro, de 352 páginas, autopublicado, autodistribuido, auto todo… Y eso es un doble mérito: escribirlo es un esfuerzo considerable (que le llevó siete meses), pero publicarlo y conseguir que se venda lo es aún mayor, y más si se distribuye fuera del circuito comercial tradicional: solo se vende a través de su web.
Lo cierto es que se lee de un tirón. Escrito con un lenguaje sencillo, juguetón y vigoroso, lo primero que se observa al abrirlo es la peculiar distribución y maquetación. No es un libro de viajes al uso, pues intercala el texto propiamente dicho con extractos de su diario de viaje tal cual fueron escritos (especialmente en la primera parte del libro, la más lejana en el tiempo) con cartas escritas a su propio diario o a ciudades (en las que salen a relucir la desbordante imaginación de la autora)… Tiene esos pequeños detalles, divertidos y diferentes, que hacen que no sea para nada un libro de viajes al uso.
Como decíamos, el libro no se ciñe a un viaje, sino a varias y largas aventuras. La primera parte nos habla de su gran viaje iniciático de nueve meses por América Latina. La segunda narra momentos de su viaje por el Sudeste Asiático, de casi 500 días, para acabar con una tercera parte dedicada a viajes por Europa y África. Nos habla de cuando se perdió en el desierto; cuando cruzó el tapón del Darién en velero; sobre lo mal que se pasa estando enferma a miles de kilómetros de su casa; de cuando fue entrevistada por Steve McCurry; sobre los momentos de añoranza de la tierra, en la que un alfajor te transporta a miles de kilómetros; de conversaciones con rockeros; sobre los libros que lee en ruta; de decenas de anécdotas con couchsurfers; sobre cómo recuperó su ordenador y cámara de fotos robada; de sus dificultades para moverse por China; del reencuentro con Asturias, la tierra de su papá; de su amada Barcelona; o de las sensaciones desbordantes de viajar por Marruecos… en suma, el día a día de una viajera por el mundo.
Sin embargo, el libro tampoco se ciñe a la clásica estructura del relato del viaje de describir los hechos, las sensaciones, los lugares. Es un libro tremendamente personal, transparente, sincero. A lo largo de los capítulos, Aniko intercala reflexiones sobre su vida, su trabajo, sus viajes. Nos cuenta por qué empezó a viajar; cómo lo hace para viajar y trabajar a la vez; sobre cómo los lugares tienen muchas caras; sobre el turista y el viajero (“cada uno viaja como es, acorde a su forma de ser y su personalidad, por eso toda las maneras son válidas”); sobre por qué le gusta viajar sola; sobre los miedos que tantas mujeres sienten (y que ella misma sintió y superó); sobre cómo supera las depresiones post-viaje; sobre sus lugares favoritos y rincones en los que perderse; y sobre cosas triviales como su afición por coleccionar naipes y el significado que la autora le da. Sin embargo, ciertas reflexiones de la autora (sobre su elección de vivir viajando, de viajar si es lo que te de verdad te gusta, de perseguir tu sueño…) se hacen algo repetitivas, saliendo a relucir en varias partes del libro, seguramente en un intento de reforzar al lector en esa idea de que si ella ha podido, quien se lo proponga de verdad, también podrá.
También la lectura del libro levanta muchos interrogantes sobre los que pensar. ¿Para qué viajamos? “¿Estoy loca por no querer pertenecer al sistema?” o “¿Existe el amor entre una persona y una ciudad?” o “¿Por qué será que volver a casa nos genera tantos sentimientos?”. No solo eso, decenas de reflexiones salpican los textos a lo largo de sus páginas: “los viajes, al igual que los sueños, solamente pueden ser interpretados desde la persona que los vive”; “viajar es aprender a ver más allá de la escenografía, es vivir como un local pero observar como un extraño”; “Muchas veces entendemos un viaje (y sus porqués) tiempo después de haberlo vivido”.
Este libro, está claro, ha sido su primer gran acierto literario. Estoy seguro de que pronto vendrán nuevas publicaciones, nuevos libros que nos permitirán sentarnos a su lado, viajar con ella y, por qué no también, conocerla poco a poco a medida que pasamos las páginas. En una frase comenta “Mi memoria es muy mala. Creo que por eso escribo: para no olvidarme de mi vida”. Nos gusta que sea así. Aniko, no pares de escribir. Ni de viajar.
Una gran reseña Pablo, estoy seguro que el libro merece mucho la pena. Todo un logro el de Aniko al tener la paciencia y talento de ponerse a escribir un libro