Título: El último tramo
Autor: Patrick Leigh Fermor
Reseña hecha por: Iván Marcos @ivanmarcos
Cuando falleció Patrick Leigh Fermor , el bueno de Jacinto Antón escribió un hermoso texto en su homenaje y dijo aquello de que «Los héroes y los poetas no deberían morir nunca».
Dolores Payás dijo en aquel Drink time: «Hay personas que aun sin saberlo o quererlo adquieren una extraordinaria importancia en la vida de los demás. Son hombres o mujeres que convocan mundos y crean paisajes, ventilan horizontes , desvían trayectorias biográficas. Patrick Leigh Fermor era una de estas personas».
Hay algo intangible y emocional que va parejo a la figura de Patrick Leigh Fermor, y como tantos otros sentimientos es algo que no se puede explicar racionalmente.
Sus libros me ayudaron en el momento que más lo necesitaba, y debo decir que todavía lo siguen haciendo. Eso es algo que por si mismo tiene un enorme peso para quererle y admirarle, como escritor, pero también como persona, viajero romántico, eterno aprendiz o estudiante autodidacta.
Sus obras son clasificadas por algunos críticos como auténticas obras maestras que trascienden el mundo de la literatura de viajes. Pero más allá de la calidad de su extraordinaria prosa, hay algo mucho más trascendental y que llega a un lugar inclasificable: el alma de muchos lectores y viajeros.
Por aquí ya hemos reseñado algunas de sus obras, su lograda biografía, sus aventuras por monasterios en «Un tiempo para callar» o sus extraordinarios homenajes a Grecia en «Mani» y «Roumeli». Pero su vida, queramos o no está muy ligada al viaje que marcaría su vida: la aventura que empezaba abandonando su Inglaterra natal y que atravesando Europa a pie tenía como destino llegar hasta la vieja Constantinopla. Aquel viaje fue durante décadas una obra inacabada y que para muchos constituía un halo misterioso y legendario que ayudaba a agrandar la propia leyenda del autor.
El destino quiso que Paddy no acabase aquel viaje en el cruce de caminos de la antigua Constantinopla. Parece evidente que la actual Estambul hubiera sido sin lugar a dudas un buen final para tan emotivo viaje, pero el camino, la vida o la providencia hizo que su vida quedara ligada a Grecia. Como si de un Lord Byron se tratara , Patrick Leigh Fermor consumía de forma intensa el placer de vivir como gran exponente del Carpe Diem.
Su vida fue sin duda como la de un personaje sacado del Renacimiento y de un libro de aventuras. Grecia fue el perfecto hogar para mirar el destino de una vida irrepetible y llena de vivencias. Fue allí donde encontró su hogar bajo los abrigos del sabio y antiguo Mar Mediterráneo. El amor por Grecia fue una semilla que le serviría más adelante para disfrutar la vida, pero también para ser el querido héroe de la II Guerra Mundial con el épico secuestro del general Kreipe.
El perfeccionismo en su prosa y los síntomas de la vejez fueron haciendo que la última obra de la trilogía permaneciera sin publicarse. La muerte del autor posibilitó que su biógrafa Artemis Cooper nos regalará un maravilloso repaso a su vida en forma de biografía, incluyendo una parte de aquel viaje que permanecía inacabado. Pero lo que todo el mundo esperaba era poder leer la prosa de Paddy y ver lo que depararía aquel final de viaje atravesando una parte de Rumania, Bulgaria, Estambul y un final de viaje del que se podía intuir sería Grecia.
Por todo eso y por mucho más debemos decir que el presente libro tiene ese halo de estar ante algo trascendental y tremendamente especial. Como si de una llave misteriosa que abre un cofre secreto se tratase, vamos a tener la oportunidad de recoger el manuscrito inacabado e ir en volandas para poder acabar tan legendario viaje.
La obra ha tenido que ser publicada cuando Paddy ya no estaba entre nosotros, probablemente de estar con vida se hubiera necesitado más y más repasos debido a su sofisticada manera de escribir y a su incurable perfeccionismo.
Pero es de agradecer que en vez de quedarse en el olvido como un viaje inacabado podamos llegar a nuestra casilla final, y todo gracias al talento artesano de la propia Artemis Cooper y del legendario Colin Thubron que tanto quisieron a Paddy.
De nuevo volvemos a estar en camino con Paddy, y es que no hay mejor definición que el legendario y mítico «Solvitur ambulando» ( se resuelve andando ) que le dijo nuestro eterno héroe al también escritor viajero Bruce Chatwin.
Avanzamos pues por lugares legendarios de los Balcanes, cruces por antonomasia entre religiones, pueblos, razas y lenguas para mostrarnos la gran encrucijada del Oriente sureño de la vieja Europa. Lugares donde el viejo imperio otomano todavía mostraba ( y muestra) sus recuerdos y la herencia de los choques que las citadas tierras vivieron durante siglos.
Llegamos a vivir y sentir múltiples aventuras en Sofia, Rila, Plovdiv, Veliko Tarnovo, Varna ,Bucarest el Mar Negro y el monte Athos. Pero también llegaremos a estar en infinidad de lugares perdidos y remotos. Y es que el final del viaje no iba a ser menos que los miles de kilómetros que dejamos atrás en las puertas de hierro. Volamos por Bulgaria y Rumania entre campesinos, intelectuales, hermosas damas, monjes y nobles. Todo ello deja intuir la mezcla cosmopolita e integradora que siempre marcó la vida de Paddy.
Y si un día dormimos en camastros populares el otro lo hacemos en cuevas, en palacios o en monasterios. Paddy era querido allá por donde pasaba, bien fuera con estudiantes, campesinos, pescadores, nobles, profesores, prostitutas, monjes de clausura o diplomáticos.
La inigualable curiosidad de Paddy nos lleva a seguir sorprendiéndonos por las extraordinarias descripciones de todo lo que ve. Volvemos a sentir el calor que dan las páginas de los viejos libros que hay en algunas bibliotecas que fueron apareciendo en el camino y en las que tanto disfrutaba.
Quizá la sencillez y la mirada humilde de Paddy sea el legado que mejor le define, como las hermosas palabras que permanecen eternas al dejar el monte Athos y que pueden ser una gran despedida de la propia vida: «Me ha invadido una gran sensación de tristeza al tener que abandonar esta vida sosegada y feliz».
Como bien dijo Jacinto Antón, estamos ante el último aventurero romántico de nuestro tiempo. Así que ahora , con tan especial viaje acabado, solamente nos queda darle las gracias por todo a nuestro querido Paddy y brindar en su honor con una copa de raki.
Seguiremos siempre queriéndole y sintiendo su sonrisa cosmopolita y lectora a nuestro lado. Su recuerdo nos lleva a seguir caminando con nuestra mochila a lo largo de esa maravillosa ruta que forman los viajes del corazón, los libros viejos y todas las gentes de bien que aparecen en el maravilloso tiempo de los regalos que es la propia vida.
Poco después de morir, encontraron una anotación en uno de los libros que estaba leyendo en sus últimos días: «Amor y bendiciones para todos los amigos, gracias a todos por una vida de inmensa felicidad».
Gracias querido Paddy.
Me alegro que te haya gustado, es una obra que llevaba esperando mucho tiempo.
Gracias por el comentario, es un libro que viene a cerrar un viaje fascinante.
Gracias Andy, emotiva lectura hasta el final de aquel memorable viaje.
Hoy es un dÃa grande. Gracias amigos por esta nueva entrada de Patrick Leigh Fermor.
Maravillosa reseña! Contagiosa por demás! Se ve que es de tus autores preferidos… El tiempo de los regalos todavía sigue siendo un asunto pendiente… Habrá que leer este también… Gracias por la recomendación! Saludos mi querido caminante… ;D
Estoy totalmente de acuerdo con tus sentimientos – reseña fabulosa