Título: Pagodas de Oro
Autor: Pierre Loti
Reseña hecha por : Alicia Ortego @Alisetter
“Mediodía. Igual que en el teatro se alza un telón, la bruma en un minuto se desprende de las cosas terrenales, sube y se disuelve en el cielo, desaparece. Un sol tórrido, de repente desvelado, hace brillar a nuestro alrededor unas aguas amarillas. Por todas partes aparecen costas bajas, como medio anegadas, y cubiertas por alfombras de húmedos verdores. Y en la lejanía de aquel país plano, al fondo de aquellas llanuras verdísimas en las que no se esboza nada humano, hay algo único que fija y atrae la mirada; es algo así como una gran campana de oro, con un mango de oro en lo alto. Es realmente oro, no cabe duda: ¡brilla con tan fino resplandor! Pero está tan lejos que tiene que ser gigantesca; excede a todas las proporciones conocidas; con esa forma extraña, ¿qué puede ser?” .
Así nos cuenta Pierre Loti cómo fue su primera visión de la Pagoda de Shwedagon, en la capital de Birmania, Rangún. Aquellos que la habéis visitado, este librito (pues es un relato de apenas 50 páginas, ilustrado con fotos de la época, finales del s. XIX, en la magnífica edición de Terra Incógnita), os hará volver a ella. Los que no habéis viajado a este lugar mágico y deslumbrante… ¿a qué esperáis? 😉 .
Pierre Loti es uno de esos viajeros clásicos que dio la vuelta al mundo. Desde los 16 años recorrió buena parte del globo en barco (llegó a ser capitán de navío en 1906) y escribió varias novelas y relatos de viaje como éste. Egipto, la Isla de Pascua, Estambul, India, Persia, los templos de Angkor, Tahití… y por supuesto Birmania, han sido objeto de su pluma.
Este relato lo dedica al completo a su visita a la Pagoda de Shwedagon, una maravilla que se erige al norte de la capital birmana, el centro budista más venerado de este país. No se sabe a ciencia cierta de qué época es, aunque parece situarse entre los s. VI y X. Sin embargo, en la época de Loti aún se creía en la leyenda que habla de una antigüedad milenaria.
Realmente es un lugar excepcional, con una atmósfera espiritual sin igual, donde las escenas se suceden ante tus ojos y no sabes si estás allí o no… Puede resultar barroco, muy bullicioso (depende del día y las horas), pero a la vez extrañamente tranquilo, relajante, deslumbrante.
En este lugar santo, los peregrinos circulan en el orden prescrito, haciendo ofrendas a los budas (y a los espíritus por los que se ha honrado con este templo) consistentes en flores, frutas, inciensos, y láminas de oro que siguen recubriendo no sólo la gran pagoda, la que se ve desde grandes distancias especialmente en los días soleados, sino también la multitud de templetes y estatuas que hay a su alrededor.
Loti se recrea en la descripción de las mujeres, las “hadas de la sonrisa”, a las que encuentra muy atrayentes con sus faldas típicas que dejan ver buena parte de la pierna, y las flores que llevan prendidas en el pelo. Incluso fantasea con una de ellas, observándola, hasta que ella se va, desaparece, y él queda triste.
Casi se emociona cuando le ofrecen flores para que haga una ofrenda como todos los demás. Accede, entusiasmado. No deja de lado tampoco la escena de los leprosos, en un rincón del recinto, y anota “en este lugar donde todo era lujo de ensueño, encanto y gracia, hacía realmente falta algo, en un rincón, que recordase estas realidades que se hubiera corrido el peligro de olvidar: la corrupción y la muerte…”.
Todo ello lo contextualiza en lo que por lo visto ya era una ciudad gris, oscura, y “corrompida por el ritmo de vida occidental”, según nos observa.
Realmente Rangún es así, y uno se queda bastante pasmado cuando llega a la pagoda. Es como una burbuja que te aísla del bullicio del tráfico, los aires cargadísimos de contaminación, las fachadas enmohecidas de edificios que amenazan ruina (edificios de la época colonial, cuando Loti estuvo allí)… No es una ciudad en la que quedarse mucho tiempo, en mi opinión, aunque seguramente uno le encuentre el punto después de un par de días o más, como suele ocurrir en este tipo de lugares 🙂 .
Sí, Pierre Loti no se limita a describir la belleza y magia del lugar, sino que además de transmitir los sentimientos y sensaciones del viajero en un lugar como éste, reflexiona sobre la realidad del pueblo birmano, la presencia de China como gigante que trata de comerse al ratón, los colonialistas que están allí para esquilmar las riquezas naturales del país y para extender un modelo irracional y carente de lógica humana, que ignora el lugar donde se encuentra.
Anota cómo son los birmanos: gentes agradables, de rasgos físicos peculiares, de carácter pacífico…
Cuesta trabajo pensar en que en ese mismo pueblo se ha engendrado un gobierno militar que se mantiene en el poder con mano férrea, cometiendo todo tipo de crímenes y abusos sobre su pueblo. Qué injustas son las cosas en este mundo, qué rabia.
No te quepa duda, Iván… fui allí casi de carambola, sin saber apenas nada de este país…. mi destino era Vietnam pero unos 15 días de la fecha señalada se truncó, y la opción más próxima e inmediata era esta, así que me lié la manta a la cabeza y fue un viaje genial, me sorprendió muchísimo!! a veces no tener muchas nociones de dónde vas preserva la capacidad de sorpresa… por supuesto, podía haber salido mal, pero no. Y además, en cosa de viajes y vacaciones, no tiene por qué salir mal si tú no quieres… la belleza, la alegría de viajar y la posibilidad de aprender siempre están ahí! 😉
Gran post Alicia. Birmania lo tengo señalado entre mis futuros destinos. Todo el mundo que conozco habla de la maravillosa sonrisa y amabilidad de sus gentes 😉
Gracias Carlos!! El birmano es un pueblo que siempre llevare en el corazón. Si, afortunadamente hay cosas que no cambian, quiza porque no deban hacerlo 🙂
Gran post Alicia. 🙂 Es increible como determinados paises y gentes parecen anclarse en el pasado y sus tradiciones, la bondad de sus habitantes, sometidos uan y otra vez por regímenes corruptos. Seguro que este libro podría haberse escrito hace un año y tampoco habría grandes diferencias. El caracter pacífico de la inmensa mayoría de los birmanos es una característica inalterable. Que rabia Alicia…