Título: Paisajes de guerra con Chechenia al fondo
Autor: Juan Goytisolo
Reseña hecha por: Iván Marcos @ivanmarcos
Escondido en una esquina fue como encontré el presente libro, como si de un tesoro se tratase estaba oculto fuera de la primera mirada de quien se asomase a esa mesa llena de literatura, conocimiento y sueños . Era alli, en una soleada mañana de domingo caminando por la Cuesta Moyano de Madrid donde le pude cazar como si fuera una presa . Las letras Chechenia fueron las primeras que pude distinguir, y sin duda las que me hicieron agarrarlo entre las decenas de libros que estaban a su lado. Ya se sabe eso de que muchas veces no somos nosotros quienes los encontramos, sino que son los propios libros quienes nos encuentran. Mi sorpresa fue mayúscula al reconocer el nombre del autor: Juan Goytisolo.
Hace años tuve el placer de leer el extraordinario libro » El juramento- Un cirujano bajo el fuego de Chechenia», era el retrato de la vida de un médico checheno que sufría la guerra y que se encontraba amenazado por los militares de ambos bandos: tanto los rusos como los chechenos. ¿ Su delito? simplemente cumplir el juramento de la medicina para atender a enfermos y salvar vidas. El año pasado volví a leer sobre el conflicto checheno con el libro » Un buen lugar para morir»del que dicen es el alumno aventajado del fallecido Kapuscinski , el también polaco Wojciech Jagielski .
Pero tengo que decir, que cuando viene la palabra Chechenia, recuerdo un extraordinario reportaje de un reportero de guerra español. Se trata de un texto escrito por el corresponsal de El Mundo muerto hace unos años en Afganistán, estoy hablando del bueno de Julio Fuentes y un reportaje llamado » Requiem por Grozni» , del que transcribo literalmente algunos de sus párrafos:
Miguel Gil fue uno de los escasos periodistas que reunieron suficiente valor para documentar la matanza que se consumaba en Grozni, un infierno cerrado al mundo sólo comparable a las grandes tragedias de la II Guerra Mundial. Las únicas equivalencias posibles a lo que sucedía en la capital chechena había que buscarlas en batallas épicas como Stalingrado. Una mañana, mientras estudiaba el mapa de Chechenia en el solitario comedor del hotel de Mazran, en la vecina Ingusetia, Miguel me confesó que Grozni siempre había constituido, incluso mientras trabajaba en Sarajevo, el desafío mayor de su carrera. Y lo era. Sólo pensar que debíamos ir allí para documentar la masacre, el exterminio de los últimos chechenos sobrevivientes de la anterior guerra te aceleraba el corazón. Pero si una ciudad en el mundo necesitaba periodistas, esa era Grozni. Una limpieza étnica de gigantescas proporciones se consumaba a 80 kilómetros de aquel solitario hotel, rodeado de precarios campamentos donde más de 300.000 refugiados civiles, que escapaban del horror de la ofensiva rusa, sobrevivían sin asistencia humanitaria en condiciones infrahumanas. En el interior de aquellas tiendas las bajas temperaturas mataban a los niños de hipotermia.
Pero la medicina administrada por Rusia excedió con creces la enfermedad. Decenas de miles de civiles pagaron la venganza de Moscú. «Esperar la muerte es peor que morir», me confesaba una mujer que había soportado 60 días el frío, el hambre y el horror en un sótano. Marika reunió suficiente valor para huir de la arrasada capital, exponiéndose a los bombardeos de la aviación y la artillería rusa. Pero el precio de evasiones como la suya fue caro. La locura. Para comprender lo que pasó en su mente, y en las de otros muchos habitantes de Grozni, Alján Kalá, Urus Martán, Gudermés y decenas de aldeas, es necesario imaginar centenares de cañones y cazas bombardeando 24 horas al día con un ritmo obsesivo, inspirado por el deseo de venganza de los políticos de Moscú.
Para comprender por qué Marika perdió la razón hay que soportar sin respiro, como hizo Miguel Gil y un puñado de periodistas hechos de parecido material, los gritos de las familias consumiéndose en llamas, las ejecuciones a pie de tumba, la odiosa violación de mujeres, la ebria soldadesca matando. Las circunstancias del trabajo periodístico en Grozni eran extremas. Se convivía en refugios iluminados con velas. Los heridos y enfermos tosían toda la noche en medio de llantos, plegarias y bombas. La única vía posible de comunicación con el exterior eran los teléfonos vía satélite de los escasos reporteros presentes, la reportera de LibérationAnne Nivat, el valeroso ruso Andrei Babitski, de Radio Liberty, o el propio Miguel. La gente suplicaba llamar a sus parientes tendiéndote papelitos con números indescifrables. Recuerdo que Miguel se quejaba de que sólo podía captar fragmentos de la realidad. El rigor de los bombardeos y la intensidad de los combates aumentaban geométricamente el riesgo de muerte. Pasabas horas intentando sobrevivir en los refugios, o rezando tu último Padre Nuestro a borde de un vehículo de la guerrilla lanzado a toda velocidad en medio de las explosiones o el ataque de los aviones. Al llegar a tu destino te embargaba una especie de somnolencia, como si tu cerebro quisiera borrar por higiene aquel terror continuo.
Los mayores excesos contra la población civil fueron cometidos por las fuerzas especiales del Ministerio del Interior (OMON). Entre los soldados regulares había de todo, pero predominaba el adolescente asustado que aborrecía estar en aquel espantoso lugar. Carne de cañón rusa enviada al frente por el Kremlin despreciando los derechos humanos de su propio pueblo. El 25 de diciembre de 1999 comenzó el asalto de Grozni. La suprema cita de sangre y metralla había comenzado para un ejército que admitía su falta de preparación y una guerrilla decidida a morir por la independencia de Chechenia. Los oficiales rusos de las tropas desplegadas en el suburbio Pervomáiskaya guardaban silencio en aquel turbio amanecer. Minutos después era necesario gritar para hacerse entender en medio del bombardeo. Los chechenos fieles a Moscú —apenas medio millar— luchaban en vanguardia contra sus compatriotas en grupos de 18 hombres, apoyados por 30 comandos rusos y sostenidos con un infernal fuego artillero que cubría su lenta y sangrienta progresión. Tras ellos se abrían paso carros de combate. Una nube de humo camuflaba la progresión de la infantería rusa hacia sus objetivos de la capital, que tardaron cuatro meses en conquistar a sangre y fuego.
Los jóvenes soldados rusos guardaban en los bolsillos la última carta a casa. Los sobres eran de color blanco con bucólicos dibujos de ciervos y montañas. En su interior estaba escrito el último adiós. «Marcharemos a Grozni dentro de tres horas para combatir a los chechenos», me decía Mijaíl, un joven recluta que bebía vodka para soportar la impresión de la carta que había escrito a sus padres. «Papá y mamá, vuestro hijo menor siempre os amará. Rezad a los santos por todos nosotros», decía la última frase. Unas tres horas después, Mijaíl fue lanzado al ataque. Dos días después, cuando preguntamos por él, sus camaradas nos informaron de que había desaparecido en combate. Tenía 18 años y había nacido en Múrmansk, a miles de kilómetros de Chechenia.
El relato de Julio Fuentes es periodismo de guerra de primer nivel, como lo es el libro de Juan Goytisolo que es la suma de sus reportajes para El País. El libro de Goytisolo retrata de forma magistral algunas de las realidades del conflicto olvidado de Chechenia. Los medios de comunicación occidentales , la ONU siempre desunida o la OTAN no se entrometen en los asuntos internos de la madre Rusia.
El integrismo religioso es una de las razones dadas siempre en Moscú para atacar Chechenia, pero cuesta pensar e imaginar que la población civil tenga la culpa de la actitud de algunos extremistas. Grozni como Sarajevo es una de esas ciudades mártires que han sufrido en los últimas décadas la sin razón de la guerra. Grozni nos muestra los ojos de la guerra, de la muerte, del genocidio y la desolación. Libros como el de Goytisolo son los que nos llevan a pensar, reflexionar y entender esos conflictos olvidados que nunca abren los telediarios y que son absolutamente desconocidos para la mayoría de la gente.
Un libro magistral y desgarrador de la guerra de Chechenia escrito con el alma y corazón de un autor genial.
chechenia lastima que el tirano ranzam karidov nadien le ponga atajo tantos hermanos chechenos han muerto por ver independiente y libre a chechenia dudayev, mascardov basayev
@Alicia: Tengo los dos libros, si quieres te los dejo, muy interesantes
@Claudia: Un pedazo reportero Julio Fuentes, periodismo de primer nivel, fue el periodista que + tiempo estuvo dentro de Sarajevo
muy buena reseña, sobre todo por el extracto de Julio Fuentes, desgarrador
Reconozco que no he leído nunca sobre Chechenia y que en general sé muy poco de este conflicto, una asignatura pendiente que me gustaría resolver, así que me anoto esta reseña y las otras referencias que aportas en la misma 🙂